Editorial: Nueva independencia
Que la sociedad civil despierte y se involucre en la recuperación de la ciudad
Hace 205 años Guayaquil hizo realidad su más profunda aspiración: ser dueña de su destino. Proclamó su independencia de la corona española e incluso elaboró un Reglamento Provisorio de Gobierno, documento que es considerado la constitución de la naciente Provincia Libre de Guayaquil. Y contagiando del espíritu de libertad a todos los pueblos cercanos, inició una campaña de emancipación que culminaría con la batalla del Pichincha.
Hoy, dos siglos más tarde, la ciudad siente el peso de una nueva opresión. La violencia generada por la acción del crimen organizado mantiene a sus habitantes presos y temerosos, sin que se avizore un panorama prometedor. Y la pugna estéril y recurrente entre autoridades hace que la acción coordinada que amerita el rescate de la ciudad no pase de ser una pretensión utópica. La corrupción enquistada en muchas de las instituciones gubernamentales ahonda la crisis sumiendo a la población en la apatía y la indiferencia.
Es hora de que la sociedad civil despierte y se involucre en la recuperación de la ciudad. Que resurja ya la verdadera madera de guerrero y que infunda a todos el valor necesario para enfrentar a la delincuencia, la desidia y la deshonestidad, para así poder conducir a Guayaquil hacia una nueva independencia y que ese impulso libertario se extienda por todo el país.