Editorial | No más amenazas rodantes

Cada contenedor que se desprende es el recordatorio de un sistema de prevención y control inexistente

La frecuencia creciente con la que los contenedores se desprenden de los tráileres en las vías del país, especialmente en Guayaquil, deja en evidencia un patrón inaceptable de negligencia. No se trata de incidentes aislados. Es un fenómeno repetido que ya ha cobrado vidas.

Cuando la infraestructura vial y el control del transporte pesado fallan al mismo tiempo, las consecuencias se pagan con víctimas, con muertes. No hay excusa válida. Las imágenes de contenedores aplastando vehículos o peatones no deberían normalizarse. Cada caso refleja una cadena de omisiones: inspecciones laxas, mantenimiento deficiente, y una fiscalización que llega siempre tarde. Las autoridades reaccionan después del impacto, nunca antes. Los protocolos existen, pero su aplicación sigue siendo una promesa incumplida. Mientras tanto, los ciudadanos caminan y conducen expuestos al riesgo de estas amenazas rodantes, esperando no ser los próximos en una lista que sigue creciendo.

El país necesita una política pública seria y sostenida sobre el transporte de carga, no comunicados de condolencias ni operativos temporales. Cada contenedor que se desprende es el recordatorio de un sistema de prevención y de control inexistente. No puede pasar más tiempo sin respuestas firmes, técnicas y sobre todo, responsables que prevengan, regulen y sancionen.