Editorial | Miedo a ser víctima de la escopolamina
Autoridades y empresariado deben enfrentar con decisión a las bandas que usan escopolamina, reforzando controles
La inseguridad en el país se multiplica con una amenaza que causa terror silencioso: la escopolamina. Esta ‘droga zombie’ se ha convertido en el arma de bandas criminales que operan sin pudor en calles, parques y hasta en centros comerciales. El método es brutal: en apenas un par de minutos la víctima pierde la voluntad, se vuelve dócil y entrega todas sus pertenencias, como si lo hiciera por decisión propia. Un robo que, más que asalto, es un secuestro químico.
La gravedad radica no solo en el creciente número de víctimas, sino en el miedo que paraliza a la sociedad. Hoy, recibir un volante en la calle o interactuar con un desconocido se percibe como un riesgo. Esa desconfianza erosiona la vida cotidiana y hasta afecta la economía, pues cada vez menos personas trabajan en la promoción directa por estos temores.
El Estado no puede permanecer indiferente. La escopolamina no es un problema aislado, sino un ataque frontal a la libertad y la seguridad ciudadana. Urge una estrategia real, que incluya mayor control en espacios públicos y cerrados, investigación criminal efectiva y campañas de prevención claras. No se puede permitir que la gente viva con el temor permanente de ser despojada de su voluntad, de su dignidad y de sus recursos en cuestión de segundos.