En una definición de diccionario: “La salud mental se refiere a nuestro bienestar emocional, psicológico y social. Afecta la forma en que pensamos, sentimos y actuamos cuando enfrentamos la vida. También ayuda a manejar el estrés cotidiano, la manera en que nos relacionamos con los demás y la forma en que tomamos decisiones. Por ello es importante preservarla en todas las etapas de la vida, desde la niñez y la adolescencia hasta la adultez y la vejez”. La OMS la describe “como un estado en que el individuo se da cuenta de sus propias aptitudes, puede afrontar las presiones normales de la vida, trabajar productiva y fructíferamente y es capaz de hacer una contribución a su comunidad”. Tales definiciones evidencian la trascendencia que tiene cuidar la salud mental de las poblaciones. En países como Estados Unidos es uno de sus principales problemas de salud. En Ecuador es notable el incremento de trastornos mentales a partir del aumento de suicidios, violencia verbal y física, pero también depresión y ansiedad.

La pandemia y la violencia, generando miedo, ansiedad y depresión han contribuido a ponerlos en primer plano. Corresponde a las instituciones de salud establecer acciones de promoción de salud mental, y prevención y tratamiento de enfermedades mentales.