Un colectivo inteligente

Sin borrar las diferencias entre unos y otros para hacerse un bloque y sin caer en el bloqueo eterno

Es un vicio de las élites considerarse superiores al resto. A veces, como autoridad moral, intelectual o de poder fáctico. El problema es que esas creencias se trasvasen al actuar y sobre todo, el problema es que esas creencias las tengan los políticos. Que se crean más astutos que el colectivo ciudadano que les ha puesto en ese cargo y que crean que pueden hacer y deshacer sin dar explicaciones.

Como si los mandantes no supieran distinguir lo que está mal, lo que es corrupción, lo que es un incumplimiento de pantalla. Como si fueran desmemoriados. La osadía del de arriba llega a la ceguera. Fuera de teorías, las respuestas y actuaciones de los elegidos en la última legislatura -y en las anteriores también- da a entender que ellos, que son solo unos pocos, se sienten los listos y los demás, que es el pueblo mayoritario, los desaventajados. Pues no. Los políticos de hoy deberían entender los mensajes con literalidad. No es un votante torpe el que fragmenta el voto y deja una Asamblea ingobernable. Es un elector indignado e incrédulo de las promesas políticas el que reparte el poder en varias fuerzas y el que espera que esa amalgama de opciones ideológicas se pongan de acuerdo en ciertos puntos. Sin borrar las diferencias entre unos y otros para hacerse un bloque y sin caer en el bloqueo eterno.