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¿Sirve para algo la Asamblea?

Avatar del Willington Paredes

Un profesor de gramática elemental (primaria) diría que esos asambleístas, que hablan y escriben pésimamente vuelvan a la escuela para enseñarles lo básico de la gramática y sintaxis, por sus horrorosas expresiones.

Es la pregunta de toda la ciudadanía del país. La hacen en mercados, parques, plazas, transporte público, estadios, iglesias, conciertos, encuentros familiares y hasta en sitios clandestinos de moteles y amor comprado. Todos se interrogan si la Asamblea sirve para algo a la sociedad ecuatoriana, al país y a sus votantes, pues en los últimos años el accionar de asambleístas (la vida parlamentaria) demuestra hechos que los avergüenzan a ellos, y también a partidos y organizaciones que los promovieron y eligieron. De ella salen cada día eventos y relatos que ofenden a todos. Pero sus integrantes no se dan por enterados de cada una de sus palabras y acciones.  

Han creado un catálogo y alfabeto de continuos escándalos: tráfico de influencias, coimas, sobornos, nepotismo, cobro de gabelas y diezmos, etc. Quienes lo hacen dicen, con desvergüenza que son inocentes, no obstante las pruebas son abundantes. La lista de canalladas llega hasta asambleístas con carnés de discapacidad obtenidos dolosamente. Otros, glosados por Contraloría, deudores de pensiones alimenticias y agresores de mujeres y prontuariados. Sus discursos hacen sufrir a la Real Academia de la Lengua Española. Un profesor de gramática elemental (primaria) diría que esos asambleístas, que hablan y escriben pésimamente vuelvan a la escuela para enseñarles lo básico de la gramática y sintaxis, por sus horrorosas expresiones. Generan recomendaciones insólitas: indultan violadores, delincuentes, narcotraficantes, contrabandistas, etc., sin que se ruboricen por ese accionar. Incluso, una asambleísta de Conaie-Pachakutik, en 2021, dijo: “roben, pero roben bien”. Nos avergüenza: una indígena viola sus principios éticos (no robar- ‘ama sua’) y recomienda hacerlo bien. Otro, abogado titulado, no sabía su número de cédula ni sus apellidos completos. Y hay más: los que cada intervención solo la pueden hacer leyendo lo que sus asesores les escriben e incluso, lo leen mal. Estas y otras acciones, que el país conoce por prensa, radio y TV, dicen mucho. Y la pregunta sigue en pie: ¿sirve para algo? Continúan dañando una institución democrática (la Asamblea). Esto no les preocupa. Lo correcto y necesario de la política sería que esa fauna ofensiva y grotesca renuncie.