Columnas

Redefinir a maestros y profesores

El sistema educativo ecuatoriano está en crisis estructural, institucional y del docente.

El 13 se celebrará el Día del Maestro, frase esencial y profunda. Debiera llamarse Día del Profesor, pues el concepto maestro es un producto. Resulta de un proceso complejo. Comienza con la opción ocupacional de quien decide laborar como enseñante, a cualquier nivel. Se inicia en la dinámica del proceso educativo en el que él y los pupilos, necesariamente se hacen en un camino de doble vía. Transitan por categorías: docente, catedrático, profesor, facilitador de aprendizajes y, finalmente, maestro. El gremio, la UNE, no piensa esto. Tampoco las autoridades del Ministerio de Educación. La Unesco da pistas. Iván Illich, Paulo Freire, Edgar Morin y exponentes del aprendizaje significativo, las ideas psicopedagógicas de Thomas Armstrong, Gardner, Goleman, etc., dan instrumentos para cambiar positivamente el fondo y la forma del sistema educativo. Para educar hay que educarse permanentemente. Los profesores del país creen que por ser egresados de una facultad de Pedagogía, un normal o ser afiliados a la UNE ya son maestros de tomo y lomo. No es así, pues la evaluación de la formación docente, su calidad y trabajo son precarios y mediocres.

El sistema educativo ecuatoriano está en crisis estructural, institucional y del docente. Es urgente que los profesores con su reivindicación de salario justo también ofrezcan calidad de trabajo y no los empobrecidos resultados que avergüenzan a gremios y a todo el sistema. Ojalá que su día sirva de autocrítica para que autoridades, profesores y la UNE razonen sobre el conjunto del sistema educativo, lo cuestionen, asuman responsabilidades y se comprometan a cambiar. Los educandos y el futuro de la educación ecuatoriana lo piden con urgencia.

Ser maestro hoy implica asumir el Decálogo de Gabriela Mistral (1922) y el Alfabeto a un Niño de Olmedo (1823-26). Hoy no se trata solo de enseñar mal y cobrar bien, sino de tener mística, compromiso, responsabilidad, capacidad y conocimientos renovados. Solo así la calidad del trabajo educativo del verdadero maestro puede dar lugar a un justo salario. “El magisterio debe ser una profesión vocacional; no hay peor maestro que el animado por simples fines de lucro, ni peor pedagogía que la practicada sin amor” (José Ingenieros).