Columnas

Guayaquil: urbe de mestizaje y fanesca

En vez de tener la idea-visión sesgada, mítica y errónea de la identidad guayaca es mejor decir que somos una sustanciosa-sabrosa fanesca étnica...

Guayaquil socialmente es ciudad-puerto tropical y mercantil. Su vida porteña es de continua fluidez: salida y entrada de diversas mercancías de múltiples origen, destino y calidad. Desde aquí se teje la matriz estructural del perpetuo mestizaje de su historia étnica. Aquí confluyen y anudan personas de múltiple procedencia: de allá y más allá que vienen al Guayas. Por eso es erróneo anclar la matriz identitaria en un pasado indígena mítico y mágico que desconoce que esos “indígenas originarios” ya eran diversos: huancavilcas, chonos, daulis, punaes, etc. Hay que afirmar y reconocer la matriz socioétnica montuvia, señalada por Stevenson en 1808, Rocafuerte en 1832 y con evidencia certera en las guerrillas montuvias de Pedro Carbo. Además debemos reconocer el continuo aporte negroide y mulato. Y un permanente venir de extranjeros: españoles, peruanos, colombianos, italianos, ingleses, etc. de ayer. Luego de libaneses, judíos, chinos, alemanes. Los censos coloniales y actuales afirman que gente mestiza de litoral y serranía alimentan el mapa étnico y sociocultural del Guayas-Guayaquil históricos. En Monte Sinaí y Guasmos hay montuvios. También, barrios enteros de afrodescendientes. Somos la segunda provincia (luego de Esmeraldas) de ese aporte étnico social.

En vez de tener la idea-visión sesgada, mítica y errónea de la identidad guayaca es mejor decir que somos una sustanciosa-sabrosa fanesca étnica de diversos que tejen, armónica y heterogéneamente un permanente mestizaje. Se muestra en el comercio, escuelas, iglesias, parques, fútbol, bailes y barrios. Y si tienen duda, pregúntense por qué y cómo nuestro cuerpo rumba y zumba cuando oímos y somos convocados-provocados por ritmos tropicales. No podemos negar que somos mestizos tropicales que tejen y reproducen lo diverso. En conclusión: los guayacos somos un colectivo de diversidad socioeconómica, étnica y sociocultural donde converge, nos hace y define un ‘ethos’ y hábitat de fluidez urbano-mercantil y portuaria. Pecamos gustosos en San Viernes, escuchamos, chupamos y cantamos con JJ. Hablamos gritando y bailamos ritmos tropicales; saboreamos el tango y la música clásica. Por eso aún hace falta el monumento a este mestizaje perpetuo.