Los profesores, nuestro futuro

¿Ahora a quién culpamos? ¿Al sistema de educación, a las universidades, al Gobierno, o a los profesores?
A mis 27 años, después de terminar toda la educación exigida por mis padres, “por lo menos una maestría”, me siento a reflexionar qué clase o qué colegio impactó mi vida significativamente. Por más que amo a mi Ecuador, debo decir que la mejor oportunidad que tuve fue educarme en el exterior.
Afuera conocí a profesores, muy bien pagados, quienes tenían como objetivo principal transmitir la mayor cantidad de información posible a sus estudiantes. Mis profesores disfrutaban mis logros y los hicieron suyos.
Me acuerdo específicamente, en mi universidad, de mi tutor, un profesor de historia griega al que no le molestaba que vaya mil veces a su oficina a pedir ayuda con ensayos o lecturas complejas. Un profesor que, involuntariamente, actuaba como una figura paterna en mi vida universitaria.
Me acuerdo de Dr. Smith, un profesor de historia revolucionaria que, como yo, era aficionado del film photography. Yo terminé tomando seis clases con él, por lo menos una cada año lectivo. El Dr. Smith terminó colgando una de mis ilustraciones en su sala y dos años después escribió mi carta de recomendación para mi maestría.
Debería haber más de este tipo de profesores en las instituciones ecuatorianas de educación.
Lamentablemente, cuando escucho a mis amigos que estudiaron aquí no hablan muy bien de sus profesores. Profesionales que seguramente están en la carrera equivocada.
Les pregunto: ¿Ahora a quién culpamos? ¿Al sistema de educación, a las universidades, al Gobierno, o a los profesores?