Gilgamesh pero ecuatoriano

¿Por qué no nos aferramos a metas más realistas, permitiendo que los ciudadanos vivan una vida digna?
La Epopeya de Gilgamesh es, quizás, la historia escrita más antigua de la Tierra. Llega de la antigua Sumeria, y originalmente fue escrito en tablas de arcilla. Se trata de las aventuras del rey histórico de Uruk (entre 2750 y 2500 a. C.). Este texto es considerado el segundo texto religioso más antiguo, después de los Textos de las Pirámides. La epopeya ha sido enormemente influyente. Los eruditos están de acuerdo en que es una de las principales fuentes del Antiguo Testamento. En este texto se encuentran relatos sobre el Jardín del Edén y el gran diluvio.
Su búsqueda para encontrar respuestas lleva a Gilgamesh por un viaje tortuoso a través del desierto, una metáfora de la experiencia por la que todos pasan cuando pierden a alguien que aman. El roto Gilgamesh viaja por el mundo en busca de respuestas, pero parece haber olvidado todo lo que había aprendido antes sobre el valor de la amistad. Las personas en el camino se acercan a él, pero él está tan consumido por su propio dolor que se niega a dejar que se acerquen.
A Gilgamesh le aconsejan: “Haz que cada uno de tus días sea una delicia”. Ve a casa, cásate con una esposa que te ame y regocíjate mientras sostienes a tus hijos en tus brazos. Saborea la vida que tienes aquí y ahora.
El dolor, como la ira, pueden consumirnos, si lo permitimos. El dolor prolongado puede causar heridas más profundas pero no podemos dejarnos consumir por el egoísmo y olvidarnos de vivir la vida.
La principal enseñanza de la Epopeya de Gilgamesh es que la muerte es inevitable. Gilgamesh desperdicia tanto tiempo y energía en un esfuerzo inútil por encontrar la vida eterna. Le da la espalda a su familia y amigos para vagar por el desierto en busca de algo que nunca podrá tener.
Veo similitudes entre Gilgamesh y nuestro gobierno. Con las ganas de buscar la gloria eterna y acabar con la corrupción, nuestros delegados desperdician su tiempo y energía en conceptos inalcanzables. ¿Por qué no nos aferramos a metas más realistas, permitiendo que los ciudadanos vivan una vida digna?