¿Qué podemos aprender de Calígula?

Eso nos resalta que, incluso sin el apoyo del Senado, cualquier emperador puede ser un tirano.
Calígula (12 d. C. - 41 d. C.) es uno de los emperadores romanos más notorios. Hay historias que narran su crueldad y locura, tanto así que mencionan que nombró a su caballo cónsul romano. Sin embargo, todas esas historias fueron escritas por senadores prominentes que despreciaban el estilo autocrático de gobierno de Calígula.
Tras un examen más detenido a su breve reinado y vida, estos se convierten en la historia compleja y fascinante de un niño emperador que no estaba preparado para el trono y que, en los primeros años del Imperio Romano, intentó hacer de Roma una monarquía absoluta, pero fracasó.
El 17 de marzo del año 37 d. C., tras la muerte del emperador Tiberio, literalmente de la noche a la mañana, Calígula pasó de ser un rehén a ser el dueño de Roma.
Lo que podría sorprender a muchos es que los primeros meses del reinado del niño emperador transcurrieron muy bien. Calígula, miembro de una venerada familia, era tremendamente popular. Además, a diferencia del paranoico y recluido Tiberio, el anterior emperador, Calígula era un joven carismático y benevolente. Inmediatamente después de ascender al trono, puso fin a los juicios por traición, concedió amnistía a los exiliados y abolió los impuestos injustos. También organizó juegos de gladiadores y carreras de carros, para deleite de los romanos.
Calígula completó varios edificios iniciados bajo el emperador Tiberio, comenzó la construcción de nuevos acueductos para asegurar el suministro de agua en Roma, e incluso construyó un nuevo anfiteatro en Pompeya. También mejoró la infraestructura portuaria de la capital, lo que permitió aumentar las importaciones de cereales de Egipto.
La admiración de Calígula por el Oriente helenístico y sus intentos de establecer un gobierno autocrático jugaron un papel importante en su caída. Contaba con el apoyo del pueblo y del ejército, pero era demasiado joven e inexperto para luchar contra el Senado. Los senadores tenían conexiones que les permitían mantener el control en todos los niveles de poder. Eso nos resalta que, incluso sin el apoyo del Senado, cualquier emperador puede ser un tirano.