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Vientos de cola

Avatar del Rubén Montoya

"¿Quién trae ahora la viada: Andrés Arauz, que va trotando y adelante, o Guillermo Lasso que viene atrás y va al galope?"

Los procesos electorales son una carrera en la que suele importar mucho quién de los corredores llega mejor a la recta final. Los vientos cambian de rumbo o intensidad sin previo aviso; a veces, violentamente. Dictan la ruta: nos llevan en andas, señalan el camino, y nos influyen de un modo poderoso.

En la elección presidencial 2021, en primera vuelta, los vientos finales empujaron dos naves, sobre todo una: la de Yaku Pérez. En la segunda han vuelto a aparecer. Y son de cola.

Son los vientos que vienen de atrás, que impulsan la nave desde popa. El beneficiado apenas necesita aprovechar la viada, como el jinete que solo precisa espolear a su montura. ¿Quién la trae ahora: Andrés Arauz, que va trotando y adelante, o Guillermo Lasso que viene atrás y va al galope?

Lasso, por dos razones: el país dividido que propone Rafael Correa, perdón, Andrés Arauz, tiene adherentes de fierro. Y también un techo. No voy a citar encuestadoras, porque las nuestras sirven poco y nada, pero sí un dato del pasado: desde que empezó el descenso del correísmo, su techo es algo más del 45 %. Moreno lo superó en el 2017, sí, cuando se fue la luz…

Y una vez que se llega al techo pasa lo que pasa: solo puedes darte contra él y de cabeza. Es difícil, tras 14 años de correato-morenismo, mantener el discurso del revanchismo disfrazado de nostalgia: muchos indecisos saben que el precio a pagar será volver a la división perversa entre buenos y malos. Buenos son los que me apoyan: sean capaces o no, roben o no, mientan o no; y malos, todos los demás.

La segunda razón es de mercadeo: como Lasso y Arauz no emocionan -exagero para ilustrar- ni a sus santas madres, entonces valen los impulsos de las redes sociales: Lasso, el mismo del casi olvidado “Ya qué chucha”, fue tendencia por sus zapatos rojos caros y ahora por el “Andrés, no mientas otra vez”. El mensaje es todo, y ese encierra una verdad que es pegajosa: los vientos de cola ya tienen, comunicacionalmente, a su comandante. Habrá que ver si al de los zapatos rojos le da la talla para llegar en andas a la meta. O le pasa lo que a Yaku: tanto nadar, para morir en la orilla.