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Cuando elegir es desechar

Avatar del Rubén Montoya

No nacemos para el aislamiento: estamos aquí para la conexión, para la solidaridad, para el
encuentro...’.

Los derechos personales son inviolables y no creo que podamos criticar a quien los defiende como un ejercicio pleno de su libertad. ¿No quiere usted vacunarse? Pues tiene derecho a no hacerlo, y eso no se lo discuto. Es más: lo defiendo.

Pero cuando una pandemia como la que sufrimos se cobra tantas víctimas (más de 10 millones en el mundo, más de 100 mil en Ecuador), y cualquiera de nosotros somos una potencial arma de contagio, tal vez deberíamos plantearnos si ese ejercicio legítimo de libertad debe, por lo menos, ser analizado. Más aún si quienes no están vacunados son un terreno fértil para anidar el virus y, por tanto, transmitirlo.

Son víctimas no solo los muertos, sino los que sufren secuelas luego de “superar” la enfermedad. Ellas no han dejado de crecer en este tiempo en que hemos visto el arrasador efecto de la variante ómicron, que mantiene al sistema hospitalario al borde del colapso: Ecuador está muy cerca de llegar a la saturación. Más de la mitad de los últimos muertos no estaba vacunada; ya no hay camas; escasean las medicinas y las pruebas de control; la cantidad de contagiados puede llegar a la mitad de la población. Si la OMS calcula que media Europa estará contagiada antes de que finalice marzo, ¿por qué Ecuador o cualquier país latino tendrían estadísticas muy distintas?

¿No son cifras que conmuevan? ¿No hay detrás de cada número un ser humano, un corazón que late, un espíritu que lucha? ¿No hay un padre, una abuela, una amiga, un hermano?

Casi 1 de cada 5 ecuatorianos no quiere vacunarse. No se los puede obligar, pero llegará el momento en que entiendan que un asunto de interés público traerá restricciones severas a su movilidad, su interacción social, su plenitud laboral.

No nacemos para el aislamiento: estamos aquí para la conexión, para la solidaridad, para el encuentro. Quizás -solo quizás- quienes ejercen su derecho a no vacunarse deberían ser generosos. Deberían pensar que, en las decisiones fundamentales de la vida, elegir no es solo optar por un camino. No es solo mostrar lo que queremos. No es solo demostrar lo que en el fondo SOMOS.

Es todo eso, sí. Pero elegir… también es desechar.