Rubén Montoya: La perversión de la pauta

Los 'pauteros' están convencidos de que volverse alfombra es natural, casi que honesto
Pervertir es viciar con malos ejemplos el estado natural de algo. Es eso lo que hacen quienes creen que la pauta publicitaria existe para volverse fanáticos de quienes la entregan. No debiera ser así, pues los anuncios, fuente legítima de financiamiento de los medios de comunicación, son una simple y eficaz estrategia de promoción. La pauta no está mal, lo que está hípermal es el modo en que la manejan muchos de los que la entregan o se benefician.
No pasaba en EE. UU. hasta que llegó Donald Trump y su filosofía de ‘la verdad soy yo y todos los medios mienten, salvo los que controlo’. No pasa en Europa, donde el Reglamento sobre la Libertad de los Medios de Comunicación garantiza la independencia editorial, o la transparencia en el uso y distribución de la publicidad estatal. Así debe ser, pues los gobiernos no pueden lesionar la primera ni mal usar la segunda. En Ecuador, por desgracia, estamos lejos de esa alborada: las autoridades entregan a su antojo la publicidad a medios que consideran afines, amigos. Y ellos le devuelven el favor volviéndose cachiporreras: “Sí, señor alcalde; sí, señora prefecta; sí, señor presidente”.
La práctica es lesiva cuando se trata de anunciantes privados, y es doblemente dañina en el caso de los públicos, porque en ambos se pervierte a la información, pero en el segundo, además, se abusa de fondos públicos. Así como debe ser obligación el uso equitativo de la pauta, debiera ser delito su entrega arbitraria.
Los ‘pauteros’ (o sea los que comen de la pauta malintencionada) no lo entienden: están convencidos de que volverse alfombra es natural, casi que honesto. Y entonces se guardan las preguntas incómodas, las repreguntas vitales, las cifras reveladoras. El resultado es que hacen productos horribles. La pauta mata neuronas. Y dignidades.
No, no es natural su servilismo. El periodismo no sirve a los anunciantes ni a los gobiernos: sirve a los ciudadanos y su derecho a recibir datos. Para que no solo sepan, sino que entiendan.
Los ‘pauteros’ pervierten la naturaleza de los anuncios y del derecho a la información. Ellos no honran al periodismo: hacen vulgar propaganda.