El prófugo está desnudo

¿Qué trata de esconder? Esta necesidad imperiosa de tumbar a la fiscal no puede ser gratuita. ¿Cuál es la investigación que pretende detener?
En la cresta de la ola de su desvergüenza y su impudicia, perdido ya su último contacto con la realidad y abandonado por completo todo sentido de honestidad intelectual y de decencia (por no hablar, simplemente, de la elemental y básica memoria), el expresidente prófugo empieza a registrar de arriba abajo el Google en busca de ejemplos de funcionarios europeos que se vieron obligados a renunciar a sus cargos luego de haberse demostrado el plagio de sus tesis doctorales, para restregárselos en la cara a la fiscal general de la nación. Cada nuevo hallazgo es una nueva victoria personal que se atribuye y con la cual alimenta su fatuidad incontrolable: la ministra austríaca de Trabajo, el ministro alemán de Educación en la época de Angela Merkel… Ellos tuvieron un “elemental sentido de vergüenza personal y respeto a la ciudadanía” y renunciaron, escribe desde las alturas en las que se sueña. Todavía se siente animado de no se sabe bien qué clase de prerrogativa que le autoriza a dar lecciones de moral, pese a haberla perdido enteramente. Han pasado cuatro, cinco, seis días desde que se conoció la resolución del Consejo Universitario de la Universidad Central que desestima la acusación de plagio contra la fiscal. Y él, mortalmente encabronado ante lo inaudito, no ha parado de tuitear y retorcerse, navegar en el ciberespacio e intoxicarse con su propia bilis, febril y nervioso, compulsivo, enajenado, enfermo de tanto Twitter y tanto odio, loco de atar, loco rabioso, loco peligroso (casi nos lo podemos imaginar echando espumarajos por la boca), enseñándonos su verdadero rostro que solo un rebaño de obsecuentes incapaces de mirar de frente a la verdad (no vaya a ser que se les derrumbe su chiringuito de míseras certezas) es incapaz de ver en toda su amenazante fealdad.
Funcionarios europeos que renunciaron tras haberse demostrado el plagio de sus tesis doctorales, dice: hay que tener jeta. No hace falta recordar el abultado historial de barbaridades académicas que contribuyó a justificar o a encubrir, la tesis de grado entendida como emprendimiento familiar de los hermanos Alvarado, incapaces de parir una idea original de puro burros; la farsa del primo que falsificó su título de economista y al que rindió homenaje; la vergonzosa bufonada del vicepresidente que salió a buscar inspiración en El Rincón del Vago... Todos ellos con la impunidad que les confería su cómplice protección. Por no hablar del tráfico indecente de títulos ‘honoris causa’ en el que obligó a participar al cuerpo diplomático para satisfacer su vanidad insaciable. Y no hace falta recordar nada de esto porque es inolvidable, porque ya es parte del imaginario nacional y referente inamovible de la desvergüenza política ecuatoriana. ¿Cómo se atreve ahora este descarado, este delincuente, a impartir lecciones y reclamar sanciones?
¿Qué trata de esconder? ¿Cuál es la causa de su rabiosa desesperación? Este ataque de angurria y hambre incontenible, esta necesidad imperiosa de tumbar a la fiscal no puede ser gratuita. ¿Cuál es la investigación cuyo avance trata de impedir, el juicio que pretende inhabilitar, la cooperación efectiva que lo atormenta y que, con tanta urgencia, necesita congelar? ¿En qué nueva suciedad insondable está metido? ¿Qué nuevo delito, qué nueva ratería está por descubrirse para que aparezca así, tan descompuesto, sin pudor y tan desnudo, tanto que ni siquiera se da cuenta de hasta qué punto se ha puesto en evidencia? Ojalá pronto lo sepamos. Debe ser grave, a juzgar por la dimensión de su alharaca.