Columnas

El bloqueo y el perfecto idiota

¿Por qué un país que en su momento fue una potencia regional hoy no produce nada? Los perfectos idiotas tienen la palabra, ellos saben.

Evo, Rafael, Andrés Manuel… Los perfectos idiotas latinoamericanos (que como todo el mundo sabe, son de manual) ya se pronunciaron sobre lo que está ocurriendo en Cuba: la culpa, dicen, es del bloqueo. No deja de ser una graciosa confesión a medias. Hablan de bloqueo para justificar las malas condiciones de vida en la isla, que dan por sobreentendidas. Habría que invitarles a que completen la frase: ¿la culpa de qué es del bloqueo? Pues del hambre y la miseria. ¿De todo el mundo? Nomás del pueblo. Entonces: la culpa de la desigualdad. Aquí se detienen los perfectos idiotas latinoamericanos. Cuando Evo, Rafael o Andrés Manuel llegan a La Habana, son conducidos en limusina a una casa oficial con todas las comodidades, incluso Internet, que ya es decir mucho, pero prefieren no pronunciar esa palabra. Decir desigualdad es admitir el ruidoso fracaso de una revolución que se propuso posponer la libertad hasta lograr la perfecta sociedad sin clases, donde todos tengan las mismas oportunidades. Resulta que, salvo los cuadros del partido, administradores de la infraestructura turística nacional y dueños de yates y mansiones, todos los demás tienen las mismas oportunidades: ninguna. A semejante desastre los perfectos idiotas latinoamericanos tratan de justificar callando la mitad de lo que saben y hablando de bloqueo.

Vaya mito. Para empezar, bloqueo no ha habido nunca. Embargo, eso sí, de los Estados Unidos, pero bloqueo, lo que se dice bloqueo, nunca: los barcos entran y salen libremente del puerto de La Habana. Durante treinta años lo hicieron trayendo el petróleo, la maquinaria, los repuestos, los bienes de primera necesidad, los alimentos que mandaba la Unión Soviética a cambio de la producción de azúcar. Durante otros veinte años ha llegado sin problema alguno el petróleo que les regalaba su compadre Hugo Chávez. Y las remesas de dinero que, por miles de millones al año, son enviadas desde los distintos lugares del mundo donde se encuentran sus brigadas médicas, que es como decir: mano de obra esclava. ¿Qué clase de bloqueo es ese? Claro que el aparato de propaganda castrista prefirió siempre esa palabra en lugar de embargo, porque bloqueo es más dramático. Y para vivir de mantenidos, como lo han hecho siempre, un poco de drama nunca está de más. Pero es importante empezar a distinguir conceptos.

Entonces eso: embargo, no bloqueo. Embargo de los Estados Unidos que no impidió la gigantesca inversión de España e Italia en infraestructura hotelera, por ejemplo, o la llegada masiva de turistas europeos y latinoamericanos, o los negocios con Canadá y con México, a veces directamente, a veces a través de terceros países que actuaban como puentes. Ya pueden los perfectos idiotas rasgarse las vestiduras y repetirlo a los cuatro vientos. Lo cierto es que el bloqueo, lo que se llama bloqueo, es un mito. Más aún: ya se quisieran países como Ecuador una suerte semejante: ser mantenidos por potencias extranjeras, tener buenos socios en Europa que se hagan de la vista gorda con la política interna y manejar una patente de corso para vender esclavos en todo el mundo.

Entonces, si el bloqueo es un mito, ¿de quién es la culpa del hambre y la miseria del pueblo? ¿Qué causa la desigualdad y la falta de oportunidades? ¿Por qué un país que en su momento fue una potencia regional hoy no produce nada? Los perfectos idiotas tienen la palabra, ellos saben.