Aquella pregunta

Les dejo por ahora la pregunta... pues nada calza mejor que dejarla en el aire... después de todo, la estrofa que se canta del himno de los EE. UU. es precisamente eso: una pregunta.

El 13 de septiembre de 1814, en la bahía de Baltimore, tropas de EE. UU., defendiendo el Fuerte McHenry, enfrentaron a los británicos en una de las batallas más importantes de la Guerra de 1812. Algunos historiadores la califican como la ‘Segunda Guerra de la Independencia’, en la que se luchó para validar la libertad. El 14 de septiembre, luego de un intercambio de fuego de más de 24 horas, y de un desplazamiento importante de los americanos, en el fuerte se izó una gran bandera de EE. UU. Los británicos, conscientes de que el fuerte no había caído, se replegaron... y al viento flameaban el rojo, blanco y azul.

Francis Scott Key, un joven abogado -de familia dueña de esclavos- escribió luego un poema que tituló ‘Defence of Fort M’Henry’... que contenía en su primera estrofa ciertos versos muy conocidos hoy: “And the rockets’ red glare, the bombs bursting in air./ Gave proof through the night that our flag was still there./ -O! say, does that star-spangled banner yet wave/ O’er the land of the free, and the home of the brave?”.

Al poema le adaptaron la música de To Anacreon in Heaven (el himno compuesto por un británico, de la Sociedad Anacreóntica, que era un club para músicos en Londres) y todos sabemos en qué se convirtió...

Más de dos siglos después, un oficial de raza blanca de la policía mata en Minneapolis, brutal e innecesariamente, a Geroge Floyd, un ciudadano de raza negra; y arden ciudades en EE. UU. en protesta contra el racismo. Esto desencadena -entre otras cosas más importantes- que logos comerciales como los de ‘Aunt Jemima’ y ‘Uncle Ben’ sean retirados. Nascar prohíbe el despliegue de la bandera de la Confederación en sus eventos, Dixie Chicks abandona el ‘Dixie’ en su nombre y Lady Antebellum se convierte en ‘Lady A’. Las protestas no ceden... Y casi un mes después de la muerte de Floyd, cae estrepitosamente la estatua de Francis Scott Key, en San Francisco, derribada por manifestantes... Y empieza la campaña para cambiar el himno nacional de EE. UU.

Es entendible, desde un punto de vista comercial, el reemplazo de ciertos logos o el cambio de ciertos nombres que, pese a tener décadas de ‘aceptados’, son, o se consideran hoy, racistas. Después de todo, el consumidor ha dejado de ver tan solo la ‘marca’, para enterarse y educarse de los valores y las políticas comerciales de las empresas que están detrás de esas marcas... y canalizar su dinero conforme a sus creencias o principios.

Aunque por lo general solo se canta la primera, el debate de si la tercera estrofa del himno de los EE. UU. es racista, no es nuevo. [“No refuge could save the hireling and slave/ From the terror of flight or the gloom of the grave”]. Lo que sí es nuevo, es el despertar de la sospecha de que hoy, finalmente, se puede hacer algo. El pasado ha estado vilmente identificado por la convicción anquilosada de que no había poder suficiente para cambiar la idiosincrasia, y bajo esa perspectiva perversa han crecido generaciones enteras... sin embargo, el cambio no es tan fácil, como lo van demostrando nuevas protestas y nuevas muertes.

Pero ¿cambiar el himno? Les dejo por ahora la pregunta... pues nada calza mejor que dejarla en el aire... después de todo, la estrofa que se canta del himno de los EE. UU. es precisamente eso: una pregunta.