Columnas

Perspectivas descuidadas

En realidad es muy probable que el mundo post-COVID no exista, y que recién estemos empezando a darnos cuenta de ello.

A estas alturas del partido, suena maravilloso que el número de vacunados contra el COVID (más de 170 millones) sea más grande que el número de infecciones. Pero la esperanza de volver a la normalidad luego del desarrollo de la vacuna, ha estado, desde el principio, sobredimensionada. Hemos tenido la mirada fija en lo más importante, y no hemos estado viendo a todos lados. Es probable que la pandemia se vuelva endemia y que el mundo tenga que lidiar con la enfermedad por mucho, mucho tiempo; quizá para siempre, como con la gripe.

Mientras los países ricos se vacunan, van a pasar dos cosas: por una parte, la gente que no alcance a vacunarse hasta el 2023 va a ser como paja seca frente al fuego para la propagación del virus; y, por otro lado, en los países pobres -donde será más difícil vacunarse- se desarrollarán muchísimas nuevas cepas o variantes del virus.

Es cierto que las nuevas cepas no causarán tantas muertes, pero se propagarán más rápidamente. Así funciona la naturaleza, eso es selección natural pura y darwiniana. Ya se nos lo demostró con las dos variantes nuevas: la del Reino Unido (b.1.1.7) y la de Sudáfrica (501.v2), ambas de mucha más fácil transmisión. Estas variantes (y las que vengan) están tan solo siguiendo el camino natural y necesario para sobrevivir, para tener éxito a largo plazo. Y esa supervivencia consiste en volver el virus más contagioso -lo que facilita la transmisión y por ende la permanencia- en vez de más mortífero. Después de todo, con el tiempo, el virus “aprende” que es mal negocio matar al huésped (porque muere el virus también) y que es mejor hacer menos daño pero volverse más transmisible (para que haya más huéspedes). Y aquí es donde se aplica el crecimiento exponencial en matemáticas: los casos y las muertes se acumulan más rápido -por mayor contagio- aunque el virus no sea tan letal como antes.

Y estas nuevas variantes (que nacerán en los países pobres) encontrarán inexorablemente su camino hacia los países ricos, ya vacunados, que tendrán que lidiar con ellas nuevamente. Las nuevas cepas deben encontrar el 80 % de gente vacunada para transmitir la infección a menos de una persona (que es el umbral tras del cual la pandemia se debilita).

¿Ven el círculo vicioso? La perspectiva de la solución por la vacuna no es global... es local. Lo que sí es global es la perspectiva de nuevas olas de infección con estas nuevas cepas que nacerán en los países que no se vacunaron. Seguramente con el virus debilitado y seguramente sin tantas muertes...

La próxima carrera de las farmacéuticas es buscar inyecciones ‘booster’ que potencien el sistema inmunológico de los ya vacunados (o sea, “vacunarse otra vez”), para derrotar esas nuevas variantes... porque pudieran, en teoría, permitir reinfección, aunque con síntomas más leves.

Las otras consecuencias a largo plazo tienen que ver con las secuelas que puede dejar la enfermedad en una persona que ha sido infectada y ha sobrevivido, no tenemos casi ninguna idea de ese tema. Y las implicaciones sociales y económicas de tener que seguir viviendo encerrados o en cuarentena, quién sabe por cuánto tiempo, tampoco las hemos medido lo suficiente.

En realidad es muy probable que el mundo post-COVID no exista, y que recién estemos empezando a darnos cuenta de ello.