Columnas

Nada nos cambia

Para ellos nuestro reconocimiento, agradecimiento y respeto...

Tras la bendición ‘Urbi et orbi’ que el papa Francisco impartió en marzo, alentó a la humanidad a fortalecer sus creencias, aprender a superar los retos en unión y comunidad, y a no dejarse llevar por los propios miedos. El sumo pontífice invita a toda la humanidad a reflexionar en medio de esta crisis sobre la importancia de la fraternidad y la solidaridad, frente al individualismo y el egoísmo, y manifiesta: “Este no es un momento para el egocentrismo, porque el desafío que enfrentamos es compartido por todos, sin distinguir entre las personas”.

El presidente Lenín Moreno manifiesta en todas sus cadenas de radio y TV que el país está unido y que todos los ecuatorianos “juntos” lograremos salir adelante y vencer esta pandemia. Sin embargo, el país entero, que se encuentra cumpliendo cuarentena, mira estupefacto a un gobierno que amenaza y atenta contra la democracia con la aplicación de una muerte cruzada. Vemos una pugna de poder que obliga a un vicepresidente a salir en cadena nacional y declarar que no es candidato a nada, seguramente para no sufrir una marginación política que lo obligue a renunciar. Vemos al director de un hospital declarar que renuncia porque no puede dar paso a la corrupción que quiere lucrar en medio del dolor humano. Vemos al presidente del instituto llamado a servir y auxiliar a sus afiliados, renunciar ante denuncias de sobreprecios. Vemos a dirigentes deportivos disputarse a dentelladas el máximo organismo de fútbol del país. Vemos a los diferentes bandos políticos luchar por el poder y amenazar con juicios políticos, en momentos que deben ser de unión y consenso.

¿Acaso nada nos cambia? ¿No podemos tener unidad y solidaridad en estos momentos de prueba universal, no lo permite nuestra idiosincrasia? ¿Deberemos seguir con nuestras luchas intestinas sin detenernos a mirar por un momento siquiera la pérdida de vidas humanas, de padres, madres, hijos, hermanos, esposos y amigos?

Siento que nuestra esperanza está radicada en los médicos y demás miembros de la cadena de servicios y en los grupos privados de voluntarios, muchos anónimos, que trabajan para paliar el dolor. Para ellos nuestro reconocimiento, agradecimiento y respeto.