Fijación de precios

La fijación de precios de los alimentos siempre, sin excepciones, ha provocado la destrucción del aparato productivo, aun en mercados ineficientes’.
Como se siente en cada familia, los precios en general han subido en este año, y aún como país no estamos siendo tan golpeados como otros países; sin embargo, la inflación internacional nos va a pegar un poco más, particularmente en el precio de los alimentos.
Frente a ese fenómeno las personas buscarán que “alguien resuelva el problema”; eso es natural, y la presión de la opinión pública a veces golpea a los gobiernos políticamente débiles, empujándolos a tomar medidas de control de precios, especialmente de productos emblemáticos.
Ya ocurrió, al menos para hacer “bulto”, que en medio de los bloqueos de las carreteras y el boicot a la distribución de alimentos que provocaron los líderes del movimiento indígena en junio pasado, algunos intendentes de policía visitaron mercados para “controlar la especulación”.
La fijación de precios, aun en mercados ineficientes, provoca escasez por la vía de la destrucción de la capacidad productiva, genera mercados paralelos donde el consumidor termina pagando el precio cada vez mayor por la escasez, el productor termina agotando sus inventarios al menor precio posible, y el intermediario busca lograr el margen directamente relacionado con el riesgo que está asumiendo por actuar “al margen de la ley”. Bastaría mirar el caso de Argentina, donde el gobierno decidió restringir las exportaciones de ciertos cortes de carne para supuestamente abastecer la demanda local. Esa medida es de hecho una fijación de precios, pues si no fuera ese el caso, los productores voluntariamente no exportarían y venderían localmente. ¿Cuál será el resultado de eso?, sencillamente que los productores irán paulatinamente limitando el crecimiento de sus hatos ganaderos, porque los costos no les permitirán sobrevivir, y finalmente los argentinos tendrán que importar carne uruguaya, chilena o boliviana.
Si el Estado debe actuar en soberanía alimentaria, particularmente en situaciones de crisis extrema, la decisión no va por la fijación de precios, sino por estimular la producción y asistir al consumidor vulnerable directa y rápidamente. Lo dice la historia.