No desperdiciemos la crisis

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"Para asistencia alimentaria eficiente saltemos a la nueva economía; estamos preparados, es cuestión de decisión política".

Si algo podemos hacer para honrar a quienes perdimos durante las semanas pasadas, es entender en qué fallamos, para corregir; qué pudimos hacer bien, para mejorar, y prepararnos lo mejor posible para el segundo brote. Negar su posibilidad solo aumentará el riesgo de que las cosas vayan mal.

Algunas organizaciones de la sociedad civil trabajan afanosamente para preparar reservas de medicinas, dotar a los hospitales de insumos y respiradores, así como habilitar más camas. Una pieza clave es la estrategia alimentaria humanitaria. La sociedad civil se activó y volcó rápidamente ayuda, y el Gobierno realizó un esfuerzo también valioso en estas ocho semanas, pero el futuro hay que encararlo de forma más creativa, para dispersar geográficamente la ayuda y profundizarla socialmente.

La estrategia actual es llegar con kits de alimentos a la mayor cantidad de gente vulnerable, principalmente urbana. Esto ha sido exitoso, y es útil en periodos cortos, pues se puede trasladar rápido comida esencial no perecible; sin embargo, no se puede sostener en periodos extendidos porque se omite trasladar alimentos frescos, vegetales, frutas, proteínas no enlatadas (salvo granos).

Por otra parte, distribuir kits demanda de una estructura muy grande si se quiere cumplir con protocolos de bioseguridad, y por tanto hay limitaciones de alcance en el objetivo. La forma eficiente, para periodos más extendidos como el que debemos encarar, es a través de proveer derechos de compra de alimentos a la población objetivo, utilizando la infraestructura tecnológica que el país tiene disponible (bancos especializados y cadenas de autoservicio), y haciendo pequeños ajustes en estas plataformas. Esto empuja a tener una dieta más rica y balanceada, multiplica el alcance de la ayuda dividiendo el esfuerzo, usando eficientemente los pocos recursos con que se cuenta y movilizando la economía de las tiendas y mercados, que hasta la crisis proveían al 65 % de la población. Lo anterior sin contar los riesgos de seguridad que significa la entrega de kits.

Presidente, hagámoslo mejor; no desperdiciemos la crisis.