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¿La plata para cuándo?

Avatar del Modesto Apolo

La corrupción no para en el Ecuador de Correa y Moreno. La Legislatura, la Función Judicial, el Consejo Electoral, etc., siguen la estructura politizada, servil y descarada, diseñada, construida y ejecutada por el correato y el morenismo, que con el pasar del tiempo se develan como lo mismo.

La población ecuatoriana ya no se sorprende de la corrupción, digamos que es como quien vive entre aguas putrefactas. De alguna forma se acostumbra, ya no percibe el hedor. Esa repugnancia que se generaba en un principio, pasó a transformarse en indignación contra las autoridades responsables de dicha molestia, que acarrea un sinfín de efectos en todos los ámbitos: salud, económico, etc., al igual que sucede con los políticos corruptos y sus efectos en la economía del país en general y de la ciudadanía en particular.

El pueblo sigue distraído con el espectáculo, no hay semana en que no se descubra un nuevo escándalo de corrupción en el que están involucrados políticos en ejercicio del poder y aquellos que habiéndolo ejercido dan su tajada a cambio del silencio o apoyo total, porque hay elementos comunes que los unen: el ansia de poder, el amor al billete fácil, y la mitomanía versión populista. Aquellos que parecieran ser creación de Geppetto, hermanos de Pinocho, mentirosos contumaces y caras de palo audaces.

Hace pocos días saltó a la escena de la corrupción, quien supuestamente es la responsable del reparto de los hospitales; eso dará una semana más por lo menos de desviaciones de atención. Un pequeño pez en la cárcel, juzgado por un delito menor, de pronto con un grillete en el tobillo, convertido al parecer en salvoconducto para fugar del país. Pareciera que aquello de las fronteras abiertas, instauradas en el correato, se aplica también a los enjuiciados en el morenismo.

La política ecuatoriana no es nada aburrida, como tampoco es nada ética. Pero el espectáculo cuesta, sea en teatro o callejero, porque en este último siempre pasan el sombrero, sacando los pocos centavos que el espectador atesoraba.

La pregunta que queda es: ¿y la recuperación de lo robado para cuándo?