Premium

En busca de certezas

Avatar del Joaquín Hernández

Certezas de que podamos vivir, de acuerdo a un contrato social razonable, es decir que no implique solo el reclamo mesiánico de derechos

En medio de las angustias y de las incertidumbres que se han vuelto cotidianas, alguien podría sugerir que vivimos una situación espiritual similar a la que vivió el filósofo Descartes en las convulsiones de las guerras de religión: buscamos certezas sobre todas las cosas. Certezas de que no vamos a ser víctimas de la inseguridad hoy o mañana, ni nosotros, ni nuestros familiares y amigos. Ni nadie. Cada muerte violenta a personas inocentes es un fracaso de la sociedad y del Estado, que no fue capaz de darle lo mínimo. Certezas de que podamos vivir, de acuerdo a un contrato social razonable; es decir, que no implique solo el reclamo mesiánico de derechos exigido por profetas iracundos e irresponsables, sino la aceptación humilde de responsabilidades, donde el protagonismo pierde ínfulas y se acepta la complejidad de lo real.

Para llegar a su famosa conclusión, Descartes hizo previamente un recorrido por la situación de los saberes de su época, pero también del clima espiritual existente, que no era precisamente de consenso sino de fanatismo y de sospecha. ¿Están hoy los diferentes sectores de la sociedad civil, meditando simplemente cómo ha sido posible que hayamos cambiado tanto en el país en un período de cuarenta años, casi la mitad de la vida de una persona actualmente? ¿Por qué la ciudad, referencia necesaria de un mínimo de estabilidad social, se ha convertido para muchos de sus habitantes en una trampa mortal? ¿Que de ser puerto libre, es decir lugar de entrada y salida de personas, ideas, proyectos, nos hemos tenido que encerrar, y no metafóricamente, para tener seguridades mínimas?

Lo que hoy vivimos, alguien lo ha calificado de guerra; no es un problema de expertos que den diagnóstico sobre lo que nos ha pasado y está sucediendo. Los expertos no conducen la opinión pública; es la sociedad civil la que les otorga credibilidad y por eso les escucha.

Descartes vivió una época de mucha confusión de ideas. De lenguajes violentos para sostener los propios puntos de vista y arrasar con el adversario, supuesto o real. De consignas, mientras más unilaterales, mejor. Por ello su preocupación fue el diseño de un método para minimizar los conflictos. Y mucho sentido común, lo más difícil.