Agonía de una utopía III

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Mientras, las indecisiones de Washington y de las democracias latinoamericanas continúan, y la crisis económica de años anteriores agigantada por la pandemia, dan otro respiro.

Para Joaquín Villalobos, la estrategia cubana para América Latina registra tres períodos diferenciados. En el primero, de los sesenta a los noventa, dicha estrategia fue la de la participación militar en los conflictos de la región para extender su influencia, pero sobre todo para mantener la guerra lejos de su territorio, haciéndola fuera.

El Cono Sur, República Dominicana, las guerras centroamericanas fueron escenarios estratégicos. No hay que caer sin embargo en simplismos maniqueos. Los conflictos que estallaban no eran producidos “per se” por los cubanos; ellos los potenciaban, intervenían con hombres, armamento y tácticas guerrilleras en los grupos insurgentes con la histórica consigna: “¡Patria o muerte, venceremos!”, macabra y nada heroica por las miles de vidas sacrificadas.

La caída de la Unión Soviética fue un golpe para el castrismo. Era no solo su referente político e ideológico sino su fuente casi exclusiva de subsidio económico. Terminaba la Guerra Fría y los países latinoamericanos volvían a la democracia.

Los diez últimos años del siglo XX fueron de asfixia para Cuba, que requería de una nueva estrategia. Así, los guerrilleros del primer período se transformaron en líderes populistas con un doble discurso: hablar a nombre de la democracia directa, los derechos humanos, las minorías excluidas, la defensa del medio ambiente, mientras desestabilizaban la institucionalidad de los países en donde llegaban al poder político. Diseñada por el Foro de Sao Paulo, esta estrategia que consiguió a Venezuela fue oxígeno para la agonía de la utopía cubana.

Con el aislamiento internacional actual y el desmoronamiento de Venezuela y Nicaragua, sus únicos aliados, la estrategia cubana va a desestabilizar las democracias de la región, insertándose en los movimientos populares de protesta. Fue lo sucedido en octubre del año pasado en Ecuador, en Chile, los atentados en Colombia.

Mientras, las indecisiones de Washington y de las democracias latinoamericanas continúan, y la crisis económica de años anteriores agigantada por la pandemia, dan otro respiro.