¿Quién es John Galt?

Avatar del Iván Baquerizo

Los derechos individuales no requieren de ser parte de un colectivo para gozarlos ni una mayoría puede despojárselos a alguien.

“¿Quién es John Galt?”. Con esta pregunta inicia el clásico de la literatura liberal La rebelión del Atlas, de Ayn Rand, y se repite, de manera reiterada a través del libro. A lo largo de la trama el personaje John Galt se va mostrando al lector como un individuo que representa el rechazo a los subjetivismos, ideas y conceptos que, aunque siendo socialmente aceptados por la mayoría, desconocen la naturaleza humana y el derecho que tenemos a pensar y vivir nuestras vidas independientemente. Rechaza las demandas orquestadas por los políticos y cuestiona la legitimidad de aquello a lo que realmente tienen derecho las mayorías. ¿Me pregunto, como Galt, a qué mismo tenemos derecho todos nosotros?

Para empezar, me tomé la molestia de contar el número de derechos que según la Constitución tenemos los ecuatorianos. Fueron en total alrededor de 230 derechos, e incluyen a todo el mundo, incluso a la naturaleza. ¿Realmente creemos que todo a lo que tenemos derecho en nuestra Constitución se nos cumple?

Pareciera que los constituyentes no entendieron que los derechos por definición tienen que ser 100 % exigibles o, al revés, un derecho que no se puede exigir, no es realmente un derecho.

Tenemos según nuestra Constitución derecho a la vivienda, a salud y al trabajo digno. ¿Podemos realmente exigirle al Estado que nos proporcione una vivienda digna, nos saque una muela o nos garantice un trabajo bien remunerado? ¿El Estado satisface los 230 derechos que enuncia garantizar? Así como imprimir moneda en exceso no crea riqueza y la devalúa, imprimir derechos en exceso les resta valor y los devalúa.

Los derechos realmente legítimos y exigibles son los derechos naturales e individuales. Los derechos naturales fueron dados a nosotros por el Creador para los creyentes o simplemente por nuestra propia naturaleza de seres humanos. Son inalienables y evidentes en sí mismos. El Estado no nos los concede, simplemente los reconoce y los garantiza. Los derechos individuales no requieren de ser parte de un colectivo para gozarlos ni una mayoría puede despojárselos a alguien. Además, y esto es muy importante, los derechos de un individuo no pueden ser solventados por otros individuos, es decir yo no puedo exigir un derecho que derive del trabajo y esfuerzo de otro.

Yo me quedaría solamente con los derechos que Thomas Jefferson redactara en la declaración de independencia de los Estados Unidos. Ella proclama que todos los hombres fueron creados iguales y que fueron dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables y evidentes en sí mismos, que son el derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad.

En medio de un mundo en decadencia, John Galt en La rebelión del Atlas se muestra a sí mismo con un discurso que marca el clímax de la novela y revela su posición liberal. En él plantea fundamentalmente el derecho de los seres humanos a ser libres y a buscar su propia felicidad.

Como corolario quisiera rescatar el juramento con el que John Galt cierra su discurso: “Juro, por mi vida y mi amor a ella, que jamás viviré para el provecho de otro hombre, ni le pediré a otro hombre que viva para el mío”.

¡Feliz Año 2020!