Gaitán Villavicencio | Sobre la polarización sin ciudadanía

Esta polarización nociva no sucede, se hace por la dinámica malsana de las emociones colectivas y del rechazo del otro
Nuestro escenario nacional caracterizado por el aumento de conflictos y contradicciones a todos los niveles, no solo provocados por la violencia del crimen transnacional y el faccionalismo de bandas locales, sino también por errores de los gobiernos y de una oposición, en cada período, siempre excedida en su accionar cotidiano, que se manifestó política y socialmente, de forma más fehaciente en Ecuador -desde 2015- por el paulatino incremento de la crisis general que se abatió sobre el gobierno correísta, y que continúa hasta hoy, afectando a tres regímenes (Moreno, Lasso y Noboa) como consecuencia de una agobiante multicrisis, la debilidad del sistema de partidos y movimientos, la hegemonía del neoliberalismo ‘zombí’, los liderazgos improvisados y la incidencia de las comunidades digitales. Estos enfrentamientos entre actores- sociales y políticos-, instituciones - públicas y gremiales- y organizaciones de la sociedad civil destaca la vigencia de una situación de polarización cada vez más progresiva, que no solo se presenta en las elecciones, sino que cada vez se acentúa en la cotidianidad societaria. No es expresión exclusiva de luchas clasistas; responde a factores formativos y limitaciones éticos-morales de la cultura de la pobreza y desigualdad en un contexto de elevada inequidad y exclusión. Por eso la denominamos ‘polarización sin ciudadanía’ y la oponemos a la del ‘desarrollo humano’ planteada por el nobel de Economía Amartya Sen y su equipo, desde el PNUD-NN. UU., cuya finalidad son los objetivos de bienestar, democracia y libertad, diferentes a los de Trump, Milei o Noboa II. La espiral polarizadora tiene fases con efectos perniciosos y sistémicos como los que ha soportado el país este año en comparación con el anterior, no solo en homicidios intencionales, secuestros y extorsiones, o en la desaparición de establecimientos económicos y el despoblamiento de los espacios públicos, entre otros hechos. Esta polarización nociva no sucede, se hace por la dinámica malsana de las emociones colectivas y del rechazo visceral del otro, o por ‘el todo vale’ para lograr más poder hegemónico, descartando cualquier posibilidad de acuerdo o pacto que beneficie a todos, sin exclusión. (Continúa)