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Día del Bombero Ecuatoriano

Avatar del Francisco Huerta

"Mi sentido homenaje a los queridos bomberos ecuatorianos"

El doctor Isidro Ayora, médico y presidente de grata recordación, lo instauró para ser conmemorado el 10 de Octubre, esto es un día como el de ayer pero, creo que cabe recordarlo hoy.

La de ser bombero es una marca de guayaquileñismo, que viene desde los días en que frente a los incendios se reunían los “apaga fuegos”, dando inicio a una tradición de voluntariado que en 1835, otro gran presidente, don Vicente Rocafuerte, institucionalizó creando el Cuerpo de Bomberos de Guayaquil, el primero de América formado por voluntarios y , sin duda, el más antiguo del Ecuador.

La organización fue creciendo pero, la costumbre de edificar utilizando predominantemente madera, fácilmente combustible, dio lugar a gigantescos incendios, tal cual el precisamente denominado Incendio Grande, en donde, incluso en medio de refriegas políticas, los jóvenes guayaquileños hicieron gala de su heroísmo y de su pasión por la urbe. Por eso se ha dicho que Guayaquil es ciudad con destino de ave Fénix.

De entonces a nuestros días, es evidente la modernización institucional, no exenta de “metidas de mano” que en ocasiones han pretendido desvirtuar su condición fundamental de agrupamiento cívico, sin olvidar que a más de los voluntarios en el moderno Cuerpo de Bomberos de Guayaquil se cuenta también con personal contratado.

¿Cuánto voluntariado existe ahora? No dispongo de las cifras y a veces cuando paso cerca de los queridos cuarteles, que se encuentran diseminados en toda su amplia geografía, me parece que ha disminuido su presencia, o tal vez suceda que ahora las guardias se organizan de otra manera. No lo sé. La única certeza es que tengo recuerdos imborrables del rol de mi familia en la benemérita institución. Mi abuelo paterno fue premiado con una medalla al Valor Heroico, y yo mismo tengo una anécdota simpática en la Salamandra, y me encanta ver los ejercicios de agua.

Sea oportuno el recuerdo para rendir homenaje a los miembros de la Casaca Roja, a los que tanto debe Guayaquil. Ojalá, y es intención de este cañonazo, los jóvenes aprendieran a seguir amándola, tal cual hicieron sus progenitores.