Los indiferentes

¿Qué debemos pedir para los indiferentes que vuelven la cabeza a un lado y no quieren mirar la corrupción?
En la Divina Comedia, poema escrito por Dante Alighieri en el siglo XIV, se ubicaba a los malversadores del dinero público y a los corruptos en la quinta fosa del octavo círculo del infierno. En ella, estaban inmersos en un río de alquitrán ardiente donde trataban de escapar del castigo de los demonios quienes con enormes ganchos los destrozaban sin atender a sus súplicas. Los peores corruptos eran arrastrados hasta un lugar donde reinaba un frío infinito que astillaba sus cuerpos congelados, los que luego volvían a recomponerse para seguir recibiendo el dolor del castigo eterno.
Había también las almas que vagaban a las puertas del Infierno, sin alejarse de su entrada, pero sin penetrar en él. Eran las almas de los cobardes, los pusilánimes e indiferentes. Virgilio, el guía de Dante, lo explicaba: “Esta mísera suerte tienen las tristes almas de esas gentes que vivieron sin gloria y sin infamia. Están mezcladas con el coro infame de ángeles que no se rebelaron, no por lealtad a Dios, sino a ellos mismos. Los echa el cielo, porque menos bello no sea, y el infierno los rechaza, pues podrían dar gloria a los caídos.”
¿Qué debemos pedir: para los indiferentes que vuelven la cabeza a un lado y no quieren mirar la corrupción; para quienes prefieren no enterarse o darse cuenta de que, como decía Montalvo, el que roba a la nación está robando a todos; para los gobernantes que saben lo que sucede y encubren a los corruptos; para ciertos políticos que han hecho de la corrupción un modo de vida; para los fiscales y jueces que estiran los procesos, o que negocian y lucran de ellos, hasta que el tiempo extingue los delitos?
Un reciente libro publicado por la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil: “Estrategias para prevenir y combatir la corrupción”, escrito por el abogado Aquiles Rigail Santistevan, nos da respuesta a estas y otras preguntas, al definir no solo a la corrupción e identificar a los corruptos y a sus mecanismos, sino también a quienes, aun pudiendo, han mirado y siguen mirando a otro lado y han permitido que la corrupción siga estando presente.