Las ciudades después de la pandemia

Los planteamientos son claros: necesitamos ciudades que respondan a la vida y demandas del ciudadano. ¿Cómo se lo puede hacer? Hay ejemplos concretos ya implementados en muchas ciudades del mundo’.
Luego de grandes eventos catastróficos las ciudades se han visto obligadas a transformarse. En el siglo XIX el plan del barón Haussmann para París, que superpuso una ciudad neoclásica a costa de la destrucción del casco antiguo, no solo tuvo el fin de ensanchar las calles existentes y de establecer mejor comunicación con las nuevas áreas de expansión sino que también fue la respuesta a un brote de cólera que puso en alerta al gobierno de Napoleón II.
También en Guayaquil, luego del Gran Incendio de 1896, se estableció que era necesario el desarrollo de un nuevo plano que corrigiera “los defectos del anterior y la ponga al cubierto de un nuevo desastre”, mediante el trazado de nuevas calles “rectas y amplias” y la desaparición de los callejones. El proyecto de reforma urbana que presentó Gastón Thoret establecía vías principales de veintidós metros de ancho más ocho de soportales, y secundarias de quince metros de ancho más seis metros de soportales diseñadas con el fin de evitar la propagación del fuego. También la arquitectura moderna, con amplios ventanales que permitían el ingreso y luz y aire, fue la respuesta a la aparición de la tuberculosis.
Hoy, nuevamente hay la necesidad de volver a entender las ciudades y desde su diseño dar respuesta a las nuevas condiciones de habitabilidad a las que nos llevará un mundo pospandemia. Los planteamientos son claros: necesitamos ciudades que respondan a la vida y a las demandas del ciudadano. ¿Cómo se lo puede hacer? Hay ejemplos concretos ya implementados en muchas ciudades del mundo que se pueden resumir, entre otros, en: quitar el protagonismo al vehículo y diseñar las calles para múltiples usos con diversos puntos de encuentro; tener una ciudad descentralizada con núcleos de servicios cercanos a los habitantes; ampliar los espacios públicos y desarrollar paisajes urbanos dinámicos y atractivos que promuevan su uso y el bienestar.
En todos los casos, implica contar una visión integral de ciudad mediante una planificación seria y participativa que dé respuesta real y clara a las necesidades de los habitantes.