Adiós siglo XX

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'En ese sentido, en realidad, estamos recién viviendo el final del siglo XX, que habría durado poco más de 100 años'.

En su Historia del siglo XX, el historiador británico Eric Hobsbawm denominaba al siglo pasado como “el siglo corto”, en contraposición al “siglo largo” que había sido el siglo XIX. Plantea Hobsbawn que el siglo XIX se habría iniciado realmente con la Revolución Francesa en 1789 y habría concluido en 1914 con el advenimiento de la Primera Guerra Mundial. De la misma manera, el “corto” siglo XX se habría iniciado en 1914 y habría concluido en 1991, con la caída del muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría.

Este siglo XX, a su vez, lo divide en tres grandes etapas: la que va entre 1914 y 1945, a la que denomina “de las catástrofes”, entre las que se incluyen a las dos grandes guerras y a la peste española; la segunda, entre 1945 y 1973, a la que denomina la “edad de oro” de desarrollo del capitalismo; y la tercera, entre 1973 y 1991, “el derrumbamiento”, caracterizado por el fin de los equilibrios pos Segunda Guerra Mundial.

Más allá de las discrepancias que se puedan tener sobre Hobsbawm es una realidad que los cambios de siglo no significan, necesariamente, cambios en la realidad social, política o económica del mundo y que hay hechos que determinan una continuidad del siglo precedente hasta que sucede algo relevante que signifique un punto de inflexión y que implique que el mundo deba reescribir las reglas del juego político y económico o replantearse su relación con el planeta.

En ese sentido, en realidad, estamos recién viviendo el final del siglo XX, que habría durado poco más de 100 años y que los cambios que necesariamente deberán darse en el mundo significan, ahora sí, el inicio del siglo XXI. Lo que los países decidan en los próximos meses determinará un “no vuelta atrás”, en el mejor o en el peor sentido. Ojalá se entienda y se saque como lección que es necesario emprender una lucha más frontal contra el cambio climático, que es necesaria una mayor solidaridad global y que invertir en la ciencia no es un gasto sino la única posibilidad de salir de situaciones como la que estamos viviendo. Estamos terminando una era y viendo el nacimiento de otra.