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Fernando Insua Romero | El camello de Abu Dabi

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Mirar cómo nos leen desde Abu Dabi ayuda a limpiar el ruido interno

En Ecuador tenemos una habilidad notable: diluir los debates importantes en detalles irrelevantes. Cada vez que un presidente viaja al exterior, la discusión rara vez gira en torno a resultados, acuerdos o estrategia. Se convierte, más bien, en una cacería de fotografías, especulaciones y anécdotas: si asistió a un evento deportivo, si ‘paseó’. En ese ruido, lo esencial se pierde. Y algo de responsabilidad ha tenido el propio gobierno. La reciente visita del presidente Daniel Noboa a los Emiratos Árabes Unidos es un buen ejemplo. En casa, la polémica se centró en el viaje mismo, no en su contenido. Sin embargo, basta revisar cómo fue cubierta esta visita por los medios emiratíes para entender que el foco, afuera, estuvo en otro lugar.

La agencia oficial de noticias de los Emiratos, Wakalat Anbā’ al-Imārāt -WAM- informó sobre reuniones de alto nivel, la inauguración de la embajada de Ecuador y la firma de acuerdos de cooperación en inversión, comercio, energía, tecnología. No habló de turismo ni de frivolidades. Habló de intereses de Estado. Medios con sede en Dubái -uno de los siete emiratos que conforman el país- como Gulf News y The National subrayaron que Ecuador pasa a ser un socio latinoamericano relevante para una nación que hoy es un actor financiero global. Para los Emiratos, abrir y fortalecer relaciones no es un gesto simbólico, es una apuesta económica calculada. Para Ecuador, inaugurar una embajada en un país así no es un lujo, es un paso diplomático elemental.

Aquí es donde el debate debería afinarse. No en si el presidente estuvo en tal o cual lugar, sino en preguntas más incómodas y útiles: ¿qué capacidad tiene el Estado ecuatoriano para convertir esos acuerdos en inversión real?, ¿qué proyectos concretos pueden traducirse en empleo?, ¿cómo se conectan estas alianzas con problemas urgentes como la salud y los servicios básicos? La diplomacia no hace hospitales ni construye carreteras por sí sola, pero sin ella tampoco llegan socios, mercados ni oportunidades. Mirar cómo nos leen desde Abu Dabi ayuda a limpiar el ruido interno. Y a recordar que el problema no es viajar, sino no saber para qué, o no exigir resultados después.