Columnas

La verdad sospechosa

"Mas, como Descartes nos acostumbró a la “duda retórica”, el banquero guayaquileño debe guardar sus sospechas de que alguna trampa se puede esconder en el anuncio del líder socialcristiano"

Con pandemia y todo, la política y la justicia, dada la proximidad de la campaña electoral y la cantidad de contratos tramposos en los hospitales del país que ya tienen a decenas de exinocentes en las cárceles, están jugando todavía su papel cautivador en el colectivo social, que se supone tendrá que soportar las limitaciones que impone la “peste amarilla” por lo menos hasta el próximo año.

En la parte política, el anuncio de Jaime Nebot de que no solo renuncia a su ambición de ser nuevamente candidato presidencial, aunque asegura que encabeza todas las encuestas del favor popular, sino que se aparta para siempre de toda aspiración para alcanzar una función pública, digamos desde la primera magistratura hasta una modesta tenencia política, puso fin a una larga espera de partidarios y adversarios suyos que se mantenían en suspenso. Se supone que su principal adversario, con quien tenía que competir en la lid comicial, el Guillo Lasso, deberá sentirse complacido por este anuncio al asegurarse de que ya sin el más fuerte rival para llegar a Carondelet, el camino a la presidencia se le presenta libre de todo obstáculo, pues el resto de pretendientes, si no surge un “outsider” imprevisto, solo se resignarán a “jurar la bandera”. Mas, como Descartes nos acostumbró a la “duda retórica”, el banquero guayaquileño debe guardar sus sospechas de que alguna trampa se puede esconder en el anuncio del líder socialcristiano. Y es que puede haber dos opciones. La primera que en realidad la renuncia a toda forma de poder sea más que sincera en vista de que en caso de ganar las elecciones cualquiera de los dos tendría que hacerse cargo de un gobierno muy difícil de manejar, tal como lo va a dejar la pandemia del COVID-19, con miles de millones de dólares de déficit y cientos de miles de ciudadanos desempleados. Es decir que don Jaime no querría recibir en su siempre prósperas manos el ardor insoportable de una papa caliente. También puede suponer el Guillo que todo se trata de una comedia muy bien montada y que sea puro cuento todo ese ascetismo que se quiere dar a conocer en la renuncia absoluta de ser parte del Estado. Porque, en el colmo de la sospecha, puede creer que solo trata de presentar una imagen de pureza con sus renunciamientos para que, “obligado por el fervor popular” tenga que “renunciar a lo renunciado”.