Un rey coimado

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El soberano emérito tal vez siguió los ejemplos tan productivos de los sobornos que repartió a diestra y siniestra la tan desprestigiada empresa brasileña Odebrecht.

Al parecer no solamente en el mundo un tanto vulgar de los plebeyos, el virus de la corrupción, que también es pandémico puesto que “en todos los países se cuecen habas”, como dice el viejo y acertado dicho, invade la atmósfera, el suelo y el subsuelo de los países regidos por estados que, por sus gastos y operaciones manejan miles de millones de dólares, para referirnos a la moneda gringa que nos dejó instalada Jamil Mahuad en vez del sucre.

Vale esta introducción no solo para los peculados que se están investigando y descubriendo en todos los hospitales que requieren de tantos insumos médicos que hay que comprar (y lo han hecho con muy subidos sobreprecios) para hacer frente al coronavirus, sino también por la noticia que nos llega desde la Madre Patria, en donde existe una monarquía republicana y desde donde nos informan que nada menos que el rey emérito Juan Carlos (suegro de Leticia, la reina oficial) acaba de ser pescado en la ejecución de una coima, que no ha de ser ningún pelo de rana. Lo que se dice es que la recibió desde Arabia Saudita y que cobró por haber hecho posible la construcción de un moderno y súper rápido ferrocarril, con el sello de “Made in España”, instalado por la empresa Ave, que también fue la constructora del metro de Quito, y cuya estación principal está en La Meca, ciudad sagrada de los musulmanes.

El soberano emérito tal vez siguió los ejemplos tan productivos de los sobornos que repartió a diestra y siniestra la tan desprestigiada empresa brasileña Odebrecht. Pero no es la primera vez que el soberano de corona tan simbólica, que será el primer personaje real de tal categoría sometido a un juicio penal y posiblemente con una vergonzosa condena, genera este tipo de ruido. Y es que don Juan Carlos adquirió también la fama de ser, picarescamente, lo que llaman “ojo alegre”, con aventuras extramatrimoniales con ambiciosas jóvenes hispanas, entre las que se cuentan la ya desaparecida Sarita Montiel y la condesa que lo acompañó a su última casería de elefantes, no precisamente para que tan distinguida dama se enfrente a los paquidermos.