El hábito carnívoro europeo y la crisis alimentaria global

Si bien destinar cereales originalmente ideados para alimentar ganado al consumo humano podría prevenir importantes carencias alimentarias en el mundo en desarrollo, también reduciría la inseguridad alimentaria en los países de mayores ingresos, que enfrentan sus propios problemas de acceso a los alimentos’.
Los países europeos están pasando por su peor crisis de coste de la vida en décadas debido al alza de precios de la energía y los alimentos. La pandemia de COVID-19, la guerra de Ucrania y el cambio climático han acentuado el alza de precios de los productos básicos, llevando a la escasez alimentaria y a un rápido aumento de la inseguridad en este ámbito en el mundo en desarrollo. Sin embargo, hay buenas noticias: con un sencillo (pero crucial) cambio en la producción de alimentos, la Unión Europea puede aliviar la inflación de los precios y fortalecer los insumos alimentarios globales. Un análisis realizado por la consultora Systemiq muestra que con reducir la producción de carne solo un 13 % -equivalente a que los consumidores europeos se abstengan de consumirla un día a la semana- la UE podría reasignar suficientes cereales y terrenos utilizados hasta ahora para alimentar ganado y así compensar los 23 millones de t de trigo producidos por Ucrania en 2020. Por cada 100 calorías de alimentos consumidas por el ganado, producimos apenas 1 caloría de carne. Tal como están las cosas, destinamos vastas cantidades de tierras y fertilizantes a producir comida que solo el ganado puede consumir. Mientras tanto, los precios de los fertilizantes aumentaron 60%. Y el uso ineficiente de fertilizantes en la industria cárnica aumenta los precios de los alimentos, exacerba el hambre en el planeta y empuja a los agricultores a la pobreza. La reasignación de terrenos hasta hoy destinados a la producción de carne para producir cereales, verduras, legumbres y proteínas alternativas sería una manera mucho más eficaz de alimentar a la población en aumento en un planeta en que suben las temperaturas. La reducción de la producción cárnica en la UE también generaría importantes beneficios climáticos. Después de todo, la cría de ganado genera tantas emisiones de gases de invernadero como el conjunto de coches, camiones, aviones y barcos del planeta. Las autoridades europeas que lidian con el aumento de los precios de la energía y los alimentos deberían combatir la crisis alimentaria mundial y el cambio climático mediante la reducción de los incentivos a la producción cárnica industrial y la creación de incentivos para producir proteínas vegetales y sustitutos sostenibles de la carne. Si fomentan un cambio del mercado hacia proteínas más sostenibles con iniciativas como el marco de trabajo para sistemas alimentarios sostenibles de la UE, las autoridades podrían estimular a los supermercados y los restaurantes de comida rápida a ofrecer más proteínas producidas con bajas emisiones, como carne vegetal y otros sustitutos cárnicos emergentes. Tales políticas estimularían la inversión en empresas europeas y ofrecerían importantes beneficios ambientales y sanitarios. También deben asegurarse de que los agricultores no queden al margen, para lo cual deben adoptar medidas de apoyo que los estimulen a dejar la producción cárnica industrial. Dadas la mayor frecuencia de condiciones meteorológicas extremas, como inundaciones y sequías, y la guerra en Ucrania, es improbable que los precios de los alimentos bajen en el futuro inmediato. Tal como aprendieron a apagar sus termostatos para reducir su dependencia del gas ruso, los europeos pueden comer menos carne, un esfuerzo modesto si con eso se salva del hambre a millones de personas vulnerables.