Crecemos mientras rebotamos

Como quiera que lo veamos, rebote o crecimiento, la economía va recuperándose lentamente en medio de nubarrones globales de inflación y ajustes en costo del dinero, con una gran ventaja de la calma que nos brinda estar dolarizados...
En ocasiones nos ponemos exigentes en temas de crecimiento económico y nos cuesta pasar mensajes de consenso. En este 2022 la economía alcanzará un PIB real equivalente al que debió tener en el año 2016 y no se logró por el terremoto. Para 2023 recién superaríamos lo que como país se produjo en 2018 y que la pandemia se encargó de retrasar. Consensos de expertos economistas, estimaciones del Banco Central y el FMI esperan un crecimiento económico entre 2,5 % y 3 % para este 2022. Como quiera que lo veamos, rebote o crecimiento, la economía va recuperándose lentamente en medio de nubarrones globales de inflación y ajustes en costo del dinero, con una gran ventaja de la calma que nos brinda estar dolarizados para poder mover el timón y corregir rumbo sin los tumbos propios de devaluaciones y grandes variaciones de precios que atravesarán nuestros vecinos. Será interesante ver a los gobiernos de izquierda y populistas enfrentar esos problemas económicos y la velocidad de desplome de la popularidad que la economía pasa como factura.
Esta semana el ministro de Finanzas comunicaba la importante recuperación de las Ventas a nivel nacional durante los 7 primeros meses del 2022, que llegaron a USD 120.079 millones y representa un crecimiento de 12,7 % con relación al año previo. Si se toman en consideración las ventas actuales y el año 2019 previo a la pandemia, el crecimiento es 3,7 % en promedio y se ubica arriba de la variación de los precios.
Lo que no refleja la macro es la gran cantidad de negocios que vendían en 2019 y no lo hacen en la actualidad, de igual forma la gran cantidad de personas que trabajaban en aquella época y no lo hacen ahora. Mientras más rápido se logre reactivar la economía, más rápido sanarán los dolores de las quiebras y el desempleo. Tarea compleja, pero es muy claro que el reto está aceptado.
Revisando informes de inversionistas internacionales, que en función de su percepción y “apetito” por nuestros bonos de deuda externa construyen el indicador de riesgo país, es común observar como gran preocupación la falta de claridad de la autoridad en señalar acciones que permitan asegurar crecimiento económico o la identificación de un motor que dé luces claras para lograr el pago de la deuda después de 2025 cuando se aceleren los pagos de capital de la deuda reestructurada. Con seguridad esperan conocer, igual que muchos de nosotros, cómo va el plan de aumentar la producción petrolera que hoy está por debajo de lo que se lograba en 2018. No vendría mal reescribir la meta de 1 millón diario de barriles de producción a una mucho más creíble y ejecutable.
Desde la próxima semana descansaré de los indicadores macro y comentaré un tema seguramente de mayor importancia, relacionado con la desigualdad social, su vinculación con la desnutrición crónica infantil y la necesidad de identificar acciones concretas para enfrentarla, que para variar pasa por el tema financiero para asegurar recursos en el largo plazo que permitan asegurar sostenibilidad en sus políticas, pero que cuenta con una gran oportunidad de lograr leyes y reformas que están sobre las tiendas políticas y permitirían juntar voluntades para proyectos de largo plazo en este campo.