La tormenta perfecta

...el Gobierno deposita sus esperanzas en una consulta que si bien puede ser esperanzadora, no alcanza para dar solución a los problemas que el país vive y que requieren soluciones inmediatas
Mientras el país observa atónito la desaparición “involuntaria” de María Belén Bernal, abogada de 34 años y esposa del principal sospechoso de su desaparición, el teniente de la policía, Germán Cáceres, dentro de las instalaciones de la Escuela Superior de la Policía; mientras somos testigos de la violencia que nos rodea y la delincuencia que impera en las calles; mientras sufrimos los estragos del desempleo y de la severa crisis económica que afecta a todos; el Gobierno continúa centrando sus esfuerzos en las mesas de diálogo con aquellos que representan apenas el 6 % de la población, dándoles el espacio que no se merecen, que no se han ganado en las urnas, y haciéndolos parte de la toma de decisiones aun cuando carecen de toda capacidad para hacerlo.
Por otro lado, el Gobierno deposita sus esperanzas en una consulta que si bien puede ser esperanzadora, no alcanza para dar solución a los problemas que el país vive y que requieren soluciones inmediatas. Luego de muchas semanas de secretismo, como si buscara un efecto de golpe de timón o como si quisiera dar la imagen de estar haciendo algo, finalmente sale el presidente a revelar las preguntas de la consulta.
Pero, ¿es realmente esta consulta la panacea que el país necesita para atender sus problemas urgentes? Según una encuesta de Cedatos, el 80 % de los problemas del país se centran en la inseguridad, el desempleo y la crisis económica. Pareciera que esta consulta, lejos de buscar un cambio de fondo, tan solo apunta a desviar la atención respecto a la incapacidad del Gobierno para atender las necesidades de los ciudadanos. Quizás, ante los escasos resultados de su gestión, sea esta consulta el estandarte para enfrentar los próximos comicios seccionales.
El Gobierno acierta al buscar en la generación de empleo la salida a la crisis actual. Sin embargo tenemos un sector privado que lucha por sostenerse, que ha sido constantemente atacado desde diferentes frentes. Las paralizaciones indígenas de octubre de 2019 pasaron una factura de aproximadamente 500 millones de dólares y con profunda decepción vimos cómo sus autores fueron amnistiados solo para volver a tomarse el país en junio de este año, ocasionando pérdidas por casi mil millones de dólares. La pandemia del 2020 ocasionó al país pérdidas por casi 13 mil millones de dólares, con la consecuente debacle de la economía global y local. La guerra de Ucrania con Rusia, nuestro cuarto socio comercial, afectó nuestras exportaciones de banano, flores, atún y camarón, además de un incremento importante en el precio de los insumos para la agricultura, fertilizantes y otros. En este escenario, lejos de recibir alguna ayuda gubernamental, el Gobierno impuso una ley tributaria que lleva a recaudar casi mil millones del sector empresarial.
No es de extrañar que en este escenario el riesgo país haya subido hasta los 1.600 puntos, con el consecuente incremento en el costo de capitales internacionales y el alejamiento de la inversión extranjera, tan importante en el proceso de desarrollo de un país. Sumado a ello, la inflación, que espera ubicarse en el orden del 5 %, y una expectativa de crecimiento paupérrima podría ser un indicador de que nos enfrentamos a una estanflación de consecuencias desastrosas, configurando así una tormenta perfecta.