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Richard Sherwin | Trump apunta a las elecciones intermedias

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Trump ya ha justificado ocupaciones militares de ciudades en violación de la ley...

Dentro de poco más de un año, los estadounidenses votarán para decidir qué partido controlará el Congreso. El Partido Republicano de Donald Trump domina actualmente ambas cámaras, pero con mayorías estrechas. No hay precedentes modernos de que el partido del presidente evite pérdidas en las elecciones intermedias si su aprobación es inferior al 50 %. En el caso de Trump, el promedio de encuestas sitúa su aprobación en 45,3 % y su desaprobación en 51,9 %.

En lugar de buscar mejorar su posición electoral, Trump ha redoblado políticas impopulares. Por ejemplo, ha insistido en enviar más tropas de la Guardia Nacional a ciudades controladas por demócratas, pese a que el 58% de los estadounidenses se opone. Aunque la Ley Posse Comitatus de 1878 prohíbe usar tropas federales en tareas policiales, la Ley de Insurrección de 1807 permite excepciones ante levantamientos violentos, y Trump ha amenazado con invocarla.

Por ello, su administración emplea cada vez más términos como “terrorista” e “insurrección” para describir a quienes se oponen a su agenda. Trump llegó a afirmar falsamente que Portland había sido tomada por “terroristas domésticos”, y su asesor Stephen Miller calificó de “terroristas” incluso a jueces que fallaron contra la Casa Blanca, afirmando que los demócratas son una “organización extremista doméstica”.

Estas etiquetas son peligrosas, pues Trump ha explicado cómo trataría a los “extremistas”.Así, su discurso ambiguo sobre un supuesto “enemigo interno” justifica la represión preventiva. En realidad, no existen tales amenazas. Lo que hay es un líder autoritario dispuesto a manipular o incluso robar elecciones para conservar el poder, sin importar las normas democráticas.

El uso político de milicias no es nuevo en EE. UU. En los años 50 y 60, gobernadores del sur usaron la Guardia Nacional para impedir la desegregación escolar y reprimir protestas por los derechos civiles, con el respaldo o la pasividad frente a grupos racistas como el Ku Klux Klan. Posteriormente, presidentes como Eisenhower, Kennedy y Johnson federalizaron esas fuerzas para garantizar la igualdad de derechos.

Hoy, en un giro irónico, Trump despliega tropas de la Guardia Nacional de estados sureños en ciudades demócratas como Chicago, reviviendo divisiones seccionales similares a las de la Guerra Civil y la era Jim Crow. Estos despliegues buscan reforzar políticas antiinmigrantes y, al mismo tiempo, preparar el terreno para una posible toma de poder. La lealtad de esas tropas podría facilitar acciones ilegales durante las elecciones, como intimidar votantes en barrios no blancos o confiscar urnas bajo pretextos de seguridad.

Trump ya ha justificado ocupaciones militares de ciudades en violación de la ley y podría indultar a quienes actúen en su nombre. Este seccionalismo recuerda peligrosamente episodios como Tiananmén en 1989 o la masacre de Kent State en 1970, cuando la Guardia Nacional mató a cuatro estudiantes durante una protesta.

El aumento de la desaprobación hacia Trump no debe tranquilizar. Su insistencia en políticas impopulares sugiere preparativos deliberados para alterar unas elecciones libres y justas. ¿Por qué intentar ganar votos cuando hay otras formas de mantener el poder? Con el apoyo de magnates mediáticos como Larry Ellison, Elon Musk, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos y Rupert Murdoch, Trump cuenta con un aparato capaz de construir el pretexto para una represión militar.

Finalmente, su Departamento de Justicia podría procesar a chivos expiatorios, premiar a los aliados y castigar a los enemigos. Así cumpliría su promesa de campaña más siniestra: “En cuatro años no tendrán que volver a votar. Lo habremos solucionado”.

Tal vez sea cierto: no tendremos que votar, porque no podremos hacerlo.