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Sin rumbo

Lo que el Gobierno debe emprender es un cambio de rumbo, algo que muchos hemos sostenido desde muy temprano en este período

El domingo Carondelet se quedó con la fiesta armada, pasando rápidamente de la dulce intoxicación de las encuestas favorables a la desesperación por enfrentarse a una contingencia que todo el país contemplaba. Todo el país menos el Gobierno Nacional.

Anuncios pospuestos y rumores cargaron la noche de malestar y confusión mientras el Gobierno se aferraba a la llegada de los resultados de Pichincha y Guayas como su último rezago de esperanza. Pero al final le tocó conceder la derrota y repetir un guion gastado: hay que buscar el diálogo y el encuentro.

¿Diálogo con quiénes? ¿Los políticos a los que acusó de narcos y conspiradores? ¿Los bloques a los que despreció y culpó por un supuesto bloqueo? ¿Los sectores sociales a los que no les quiere asignar presupuesto? ¿Los dirigentes con los que firmó no una paz sino una tregua cuyos términos todavía no acaba de cumplir? El Gobierno quiere cruzar los puentes que dinamitó.

El país no tardó en reaccionar a sus declaraciones con rechazo y apatía. Sin saber de qué agarrarse, el presidente se fue corriendo a esconderse detrás del humo. Pero el humo se disipa rápidamente con el viento. Su vergonzosa intromisión en la justicia, como una parodia de mal gusto de las peores prácticas de sus antecesores, solo será una distracción de momento.

Guillermo Lasso no se da cuenta de que la derrota del domingo no fue un evento particular o una crisis pasajera, sino más bien un síntoma de un estado mental subyacente, la actitud de un país que rechaza al Gobierno desde hace tiempo. Contra eso no sirven las distracciones.

Lo que el Gobierno debe emprender es un cambio de rumbo, algo que muchos hemos sostenido desde muy temprano en este período, cuando se alejaba de sus postulados más nobles de la segunda vuelta. Para eso también necesitará gente nueva. Pero pocos querrán unirse a una administración que no abre las llaves de los recursos a sus ministros ni sabe responder a graves acusaciones de corrupción en las altas esferas del poder. Peor cuando no saben ni dónde están ni a dónde quieren ir.