Columnas

Falsa feminista

¿Por qué tenemos que ser calificadas como “poco empáticas” si tenemos opiniones diferentes a las demás?

¿Qué es ser una buena o mala feminista y quién decide si eres una cosa o la otra? ¿Qué te pone en la esquina de las buenas y qué en la de las malas?

Estas etiquetas no solo son absurdas, sino que nos siguen encasillando en patrones, como si todos los estereotipos en la historia de la humanidad no hubieran sido suficientes.

Las mujeres, y mucho más las que nos identificamos plenamente como feministas, no deberíamos pensar en función de reglas: cada ser humano es libre de vivir como se le dé la gana.

¿Y eso incluye comentar y estar en desacuerdo con otras mujeres? Por supuesto. Disentir con otras mujeres no te hace buena o mala, simplemente te convierte en un ser humano con opinión, algo normal en cualquier sociedad democrática.

Argumentar y generar debate no es lo mismo que juzgar. ¿Por qué tenemos que ser calificadas como “poco empáticas” si tenemos opiniones diferentes a las demás? Por ejemplo, me molesta cuando mujeres de la política nacional utilizan su género para hablar de violencia machista cada vez que un hombre las critica por razones que no tienen que ver con ser mujer. Existen muchas que están lejos de ser buenas funcionarias o ejemplos a seguir. Incluso las mujeres mediocres tienen derecho a llegar a puestos de poder, como lo hacen los hombres mediocres: con naturalidad y sin ser fiscalizados, pero eso no esconde que lo son. También hay mujeres que generan atención de los medios a través de la victimización, o se cuelgan de la lucha feminista para ganar seguidores. La violencia de género es algo serio y las víctimas invisibilizadas no merecen que todo sea reducido a un espectáculo o a una justificación de nuestros errores.

Hay mujeres corruptas, poco preparadas… tantas como hay mujeres honestas y trabajadoras. Los defectos no tienen género ¿Acaso decirlo es ser feminista mala?

Una de las caras de la sororidad debería ser poder decirnos lo que está mal. Y la honestidad no debería ser considerada falta de empatía, sino más bien como una muestra de lealtad no solo entre militantes feministas, sino entre mujeres.