Esto no es un juego

¿Acaso entendemos lo que significa pensar bien antes de elegir?
Cada vez que comienza una campaña electoral nos repiten que pensemos bien el voto. Y me pregunto si alguna vez lo hemos hecho realmente. ¿Acaso entendemos lo que significa pensar bien antes de elegir? ¿Cuáles son las características de un candidato, los indicadores que deberían permitirnos “pensar bien” el voto?
Una realidad impregnada en Latinoamérica es la de no elegir al de las mejores propuestas, sino al menos malo, por ser el humano que -al menos en campaña- parecería ser el más confiable, el que mejor vibra tiene, el más carismático o el que ya conozco (aunque sea por hechos de corrupción que decidimos perdonarle). Cuánto daño nos ha hecho pensar que es mejor el “malo conocido”. Qué malas experiencias hemos tenido con ese otro extremo, el voto rechazo: “cualquiera que no sea ese”.
Tenemos pocos días para elegir bien a los próximos alcaldes y prefectos, a los mandatarios que se supone deben estar más cerca de la gente, los de los gobiernos locales. Y a ratos me pregunto si en algún momento nos sentiremos satisfechos con los políticos que nos representan, dado que hay tantos candidatos.
Pensar el voto debería al menos acercarse a ese ejercicio de ser conscientes de en qué manos queremos poner la ciudad en la que vivimos. Dejar un rato de lado la emoción o los sentimentalismos y racionalizar la elección.
Sé que es difícil compaginar la reflexión con los tiempos acelerados que vivimos, pero es que ya no podemos contentarnos con la superficialidad de los políticos actuales. No podemos aceptar las propuestas vacías, porque esto no es un juego, una lluvia de ideas para aparecer en pantallas ni una piñata de palabras.
El país necesita nuevos liderazgos y voces activas en política, para que en las próximas elecciones los funcionarios se sientan interpelados, y entiendan que deben rendir cuentas a los ciudadanos.
Averigüemos cuáles son los planes que proponen y nos daremos cuenta de qué tan sostenibles son.
Debemos despertar del coma en el que nos encontramos, y la única forma de lograrlo es que nosotros generemos los cambios.