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El problema indígena

Avatar del Bernardo Tobar

El liderazgo indígena es, en décadas recientes, como ese hijo al que se da gusto en todo, aun a costa de la salud de toda la familia, atrofiándole el sentido de responsabilidad en un círculo vicioso sin fin’.

Recordamos que algo anda muy mal cada vez que el movimiento indígena protagoniza, ya como carne de cañón o empujado por sus propios líderes, un golpe mayúsculo y desestabilizador contra la institucionalidad democrática, contribuyendo a tumbar gobiernos electos, como en 2000, 2005, o intentándolo, como en 2019 y 2022. En estas dos últimas fechas, si bien se mantuvo el poder formal, en los hechos el Estado de derecho quedó reducido a humo y cenizas. La paradoja que vive Ecuador es que la ley aprieta a contribuyentes, mas no a quienes operan bajo el radar fiscal; se aplica a los delincuentes de cuello blanco, mas no a los que llevan poncho; limita al ciudadano común, impedido de ejercer su propia defensa, mas no al que forma parte de organizaciones criminales, que pactan bajo la mesa con la narcopolítica. Y en el medio de esta radiografía del cáncer cívico, aparece cada vez más grande y central la sombra del movimiento indígena.

Luego de un paro criminal que perjudicó a millones de ecuatorianos, no solo por el saldo de daños materiales sino por la constatación de la anomia y ausencia de impulso penal, que tan expedito y contundente suele mostrarse en causas étnicamente neutrales, los líderes indígenas no han sido compelidos a rendir cuentas ante la justicia; al contrario, han paseado su impunidad e impuesto su agenda en unas mesas de diálogo consumadas sin consulta a los ciudadanos comunes, esa mayoría silenciosa y respetuosa de la ley que termina pagando siempre la factura de este circo de impunidad.

El liderazgo indígena es, en décadas recientes, como ese hijo al que se da gusto en todo, aun a costa de la salud de toda la familia, atrofiándole el sentido de responsabilidad en un círculo vicioso sin fin. Es un majadero consentido, un pedigüeño incapaz de asumir su propio destino sin incordiar y culpar a los demás hermanos por su suerte, un parásito que se victimiza y vuelve a por uvas, con pretensiones al alza en cada nuevo capítulo de su rabieta. Cuánto mal le ha hecho este liderazgo de palo, piedra y bloqueo a la imagen de los pueblos indígenas, que más bien han dado muestras a lo largo de la historia de la Audiencia de Quito de su capacidad de sacrificio y trabajo, y también de resistencia valerosa ante quienes intentaron, como los malos líderes de hoy o los incas en su tiempo, subyugarlo en aras de poderes totalitarios.