Cartas de lectores

De traumas y complejos

En gran parte, esta es la triste realidad de nuestra política, poblada de mediocres, acomplejados y traumados

La niñez es una etapa mental que puede considerarse como una esponja unidireccional: todo lo absorbe, pero no lo expulsa; lo mantiene y en muchos casos, cuando se trata de asuntos molestos o desagradables, los oculta y macera. Cuando se presentan circunstancias propicias, afloran esos traumas y complejos, disfrazados de actitudes que aparentan normalidad, pero siempre serán una manifestación de venganza o rechazo a la causa de su mal. Por ejemplo, cuando alguien afectado por estos males asume posiciones de poder, busca demostrar ante todo el mundo que él tiene el mando, domina, merece reverencias. Lo vivimos 10 años. A niveles menores lo vemos en comportamientos que tratan de mostrar superioridad ante quienes consideran inferiores. El problema es cómo nuestra sociedad permite que nazcan y se desarrollen los complejos y cómo causan los traumas. Los complejos se contrarrestan con educación y cultura. Los traumas son algo más duro de tratar, se producen por maltrato, situaciones de ruptura familiar, o por violaciones. Cuando una persona está aquejada de traumas, por lo general o repite infringiendo a otros lo que sufrió o lo replica hacia toda la sociedad como imposición de sus caprichos. Si está en una posición de poder, el perjuicio es bárbaro. También hay gravedad y responsabilidad en quienes aúpan las actitudes de resentidos sociales. En gran parte, esta es la triste realidad de nuestra política, poblada de mediocres, acomplejados y traumados.

Ing. José M. Jalil Haas