La remoción del alcalde de Quito

El hecho invita a profundas reflexiones: una autoridad electa con legalidad pero sin legitimidad...

El hecho invita a profundas reflexiones: una autoridad electa con legalidad pero sin legitimidad, poco preparada para la función a la cual se candidatizó, incapaz de sopesar la responsabilidad que asumió. Pretendía engañar a los demás utilizando argumentos que por infantiles resultaban ridículos; en fin, el típico producto de un Código de la Democracia concebido por mediocres, sin visión de patria. Desnuda la naturaleza del movimiento político que lo inició, recurriendo a gente conocida pero sin preparación. Evidencia los intereses personales o de grupo que mueven a funcionarios de elección popular. El grupo político con que nació lo puso en posición de asambleísta, donde tampoco brilló, y quiso hacerse célebre con aquello de “soy como un niño que no sabe si quedarse con papá o con mamá”, frase poco afortunada. Su único mérito fue haberse arrimado a un movimiento político que le permitió, con acciones poco claras, aumentar sus medios de comunicación, con la aquiescencia de quien piensa igual que él: intereses de grupo o personales y no de sociedad. Fue electo con menos del 22 % de votos válidos, claro ejemplo de los efectos de un código de la democracia que no exige requisitos indispensables para garantizar una actividad racional en las funciones para las cuales se postulan. Las experiencias deberían servir a quienes legislan para hacer correctivos, pero lastimosamente, en la entidad encargada de corregir estos disparates, están, como grupo mayoritario, los mismos que auparon al ahora exalcalde.

Ing. José M. Jalil