Yo prometo, busca quien te cumpla

¿Solicité un imposible? Lo lamento.

La hermosa letra e inigualable melodía de la canción Solo le pido a Dios, de autoría del argentino León Gieco, reflejaba la dureza de la vida en dictadura. Me dije entonces: también puedo pedir y si no me dan al menos lo intenté. Consulté con amigos desocupados, parientes poco egoístas y sobre todo Internet sobre cómo solicitar un milagro. ¿A quién pedir? No supe si a Santa Claus, del folclor europeo, el anciano vestido de verde que disfrutaba de compartir la buena comida; a San Nicolás de Bari, conocido por su generosidad con los necesitados; a san Francisco de Asís, aunque no mucha gente lo asocia con la temporada navideña, pero se le atribuye haber comenzado la tradición de los belenes; a santa Lucía, cuyo nombre significa luz, una joven cristiana martirizada por donar su dote a los pobres y llevar comida en secreto a los cristianos perseguidos que vivían en catacumbas bajo Roma. Hasta aquí nada fácil a quién dirigir la petición del milagro de que los candidatos a las próximas elecciones sean iluminados en aceptar las verdaderas razones por las que desean manejar dineros ajenos y no responder por ello; reconocer la real capacidad personal para resolver los problemas de la sociedad que aspira dirigir; sacrificio total para no estar pensando en reelecciones; rechazo al trampolín para posibles nuevas dignidades sin haber efectuado una gestión excelente. Antes pedí a los Reyes Magos iluminar a los electores para que no sigan escogiendo a caras acartonadas con maquillaje de payaso, cuerpos esculturales por deporte o bisturí, con resultado es desastroso, todo por dejarse convencer por una fundita de arroz y un pollo congelado. ¿Solicité un imposible? Lo lamento.

Ricardo López González