El placer de mentir y repetir las mentiras
¿Será por ineptitud? No hay respuestas
Aunque no recuerdo con exactitud, en un programa radial de antaño en la ciudad del río y el estero se escuchaba, desde los receptores vecinos, un valse sureño que decía: “…sigue mintiendo así, no tengas miedo…” o, de un bolero que expresaba: “… miénteme más si mintiendo te acuerdas de mí…”. Es posible que la emoción de esa expresión haya calado en lo profundo del psiquismo de una mayoría amorfa, tal vez porque una mentira repetida muchas veces se convierte en realidad. Desde entonces se debiera analizar los contenidos de muchas cosas aparentemente inofensivas en medios de comunicación y más en Internet. Quizá la honradez sea lo más recomendable en una comunidad, pero el engaño, la maledicencia y la deshonestidad son parte del ser humano, feas práctica convertidas en pan de cada día: ¿Por qué mentimos? Y sobre todo, ¿cuáles son los efectos de la mentira? La historia de la humanidad está llena de mentirosos hábiles y experimentados entre los exitosos de muchos campos. ¿Se miente para mejorar la imagen? Ejemplos rebatibles hay muchos. ¿La gente miente para esconder un mal comportamiento o una errónea actitud y tratar de lavar su imagen? Los impostores, estafadores, judiciales y políticos fanfarrones son solo la punta del iceberg.
Si bien el estudio indica que no debería sorprender que los seres humanos posean un talento para engañarse entre sí y a los demás, preocupa que en los órganos representativos de los poderes que se dicen constitucionales de la patria estén encaramados personajes poco adictos a la franqueza. ¿Será por ineptitud? No hay respuestas.
Ricardo López González