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Los países que rehuyen las soluciones a sus problemas no crecerán nunca

El 2022 no será un año sencillo. Las ofertas de campaña no podrán materializarse. Vemos con mucho escepticismo el plan de reactivación económica presentado por el Gobierno a la Asamblea. Por lo general, para los gobiernos de turno la solución ha sido gravar con más impuestos y gastar más; el actual no es la excepción. No ha logrado imaginar un congruente programa de estímulo a la producción, a la desregulación de los procedimientos que atan a los emprendimientos, ni ha construido programa y plan alguno para formalizar a quienes habiendo sido aplastados por la pandemia, tramitologías y costos derivados de tantos impuestos y patentes municipales han optado por trabajar al margen de la formalidad. Dan la impresión de no tener el deseo ni convicción para emprender la reforma del Estado y reducir su peso en relación con el tamaño actual de nuestra economía. Con dinero de todos pagan piponazgos, privilegios y otras prebendas. Ante la propuesta de reducir el gasto corriente se argumenta la necesidad de no hacerlo para estimular la economía. Ese es el problema, no la solución. No es la ruta para lograr la reactivación económica, es la ruta al despeñadero. Deberían prepararse para enfrentar los graves problemas que tenemos con valor y tener claras las causas que los han generado. El tiempo se acaba, por no decir se acabó. No solucionar nuestros yerros nos coloca en la ruta para profundizar más los problemas existentes y hacer más dolorosas las soluciones.