No ser ligeros de lengua porque todo da vuelta

Transferir la culpa de error propio a otros es autoengaño, y perjudicar a otros es peor, así no evolucionamos nunca

Fui a un gabinete y mientras me atendían escuché sin intención el relato que una cliente hacía a la manicurista sobre las causas de la muerte de una mascota. Según la versión el perro murió por falta de alimentación e hidratación durante su ausencia; tenía problema renal y quedó a cuidado de la hija pero ella se olvidó del encargo por estar en coloquio amoroso con un empleado venezolano. La propietaria de la mascota aún tenía que pagarle haberes pendientes a dicho empleado, ante lo cual la manicurista sugirió: a) como forma de evitarse el pago, pasarle los gastos incurridos en la veterinaria para salvarle la vida al perro y su cremación; b) antes de todo, tomarle una foto al venezolano para mostrarla a los guardianes y evitar su ingreso a la ciudadela y c) al momento de exponer la forma de pago y no pagarle nada, estar con un amigo enternado y con presencia que parezca empleado de migración y así atemorizarlo. Tras escuchar todas esas patrañas, la cliente pagó su servicio de belleza, le dio $10 de propina a la manicurista y se retiró. Asesor para maldad. Esta historia me recordó a Proverbios 6:16-19: “El corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies presurosos para correr al mal, el testigo falso que habla mentiras…”. Transferir la culpa de error propio a otros es autoengaño, y perjudicar a otros es peor, así no evolucionamos nunca.

Marysol del Castillo