El Guayaquil de mi niñez y mi adolescencia

Asimismo, se iba a los cerros a coger ciruelas de los árboles, sin temor alguno; no había el peligro que hay en estos momentos, ni las invasiones que se asentaron en ellos.

Vuelvo a mi infancia, con alegría y también con mucha nostalgia. Guayaquil de mis amores, donde nacieron mis antepasados, donde todos nos sentíamos orgullosamente guayaquileños. Era una vida tranquila. Desde niños, en el hogar y en la escuela, siempre nos inculcaron el amor a la ciudad. Había las materias Urbanidad y Cívica y los lunes se cantaba el Himno Nacional. Las banderas de Guayaquil y del Ecuador eran respetadas. Es necesario volver a eso en las escuelas, colegios y universidades. En la actualidad se han perdido los valores de honradez, civismo, solidaridad, respeto. Por otra parte, nuestra geografía es hermosa. Tenemos el río Guayas, el estero Salado, mangles y cerros. Pero no se ha cuidado la naturaleza: el estero, teniendo innumerables brazos por diferentes lugares de la ciudad, está contaminado. Con mis padres disfrutamos los domingos de ir a pasear por el estero Salado, donde las personas se bañaban, pues el agua era limpia. Al río Guayas, tampoco se le ha dado el cuidado que merece. No pueden navegar barcos. Antes se podía visitar la Fragata Guayas y barcos que venían de otros lugares. No había carreteras, a El Oro se iba en barco. Disfrutábamos del río. Asimismo, se iba a los cerros a coger ciruelas de los árboles, sin temor alguno; no había el peligro que hay en estos momentos, ni las invasiones que se asentaron en ellos.

Laura Gómez Serrano