¿Quién gobierna y quién manda?

Las divisiones parten aún más los fragmentados poderes estatales y oscuras fuerzas nos conducen al total caos

El electorado, tras muy reñida contienda fue sancionado con sumo martirio e incertidumbre por el tira y jala en que los nuevos gobernantes se enfrascaron, aumentando el suplicio de una deuda estatal casi impagable, herencia recibida, y la pandemia, que afectó al trabajo y anuló el empleo. Ecuador ha intentado cruzar mares tempestuosos de mano de alguien muy experto en negocios pero desconocedor de un elemental sextante para medir los reveses de la cerrada oposición; con marineros ebrios de notoriedad personal y nula creatividad; de grupúsculos que llegaron a la Legislatura por ingenuidad e ignorancia e muchos votantes, o por haber fascinado en algún programa masivo de TV o un estadio; y de un grupo que esgrimiendo ser los primeros habitantes de estos territorios llevan con inusitada violencia a mesas de trabajo en las que no se llega a nada. Gobernar no puede hacerlo cualquier entusiasta, por muy buenas intenciones que tengan los aspirantes, que no se apearán al terminar su ciclo pues sin fiscalía de sus actos la impunidad está asegurada. Gobernar es un arte, pero al estar huérfanos de artistas, ¿quién manda? Los objetivos nacionales se han alejado de las pautas o normas de conducta en el arte de guiar a la patria. Las divisiones parten aún más los fragmentados poderes estatales y oscuras fuerzas nos conducen al total caos.

Vale recordar la advertencia de Francisco Huerta M. sobre el estado en que vivimos; resuena esa definición en nuestras mentes, pero tenemos temor de repetirla. Sabemos que muchos están en el Gobierno, sin embargo tenemos temor de pronunciarnos sobre quiénes son los que mandan.

Ricardo López González