Demagogia en el aire

En la historia ecuatoriana existe un amplio repertorio de personajes que alcanzaron el poder con discursos populistas, revolucionarios e incluso extremistas; otros se inclinaron por líricas promesas, agradables al oído del votante: no más corrupción e inseguridad, empleo y salud garantizados. Hoy regresamos a ese ciclo; grupos desapercibidos luego de obtener o no óptimos resultados en un periodo electoral, aparecen con la esperanza de persuadir a la ciudadanía. En su perspectiva, son la mejor opción para manejar el Gobierno central, el Legislativo y los recursos públicos. Lamentablemente -para ellos- la ciudadanía ha madurado junto a su cosmovisión de la realidad política. La principal secuela en los partidos políticos a raíz de los pírricos resultados obtenidos por sus propuestas es que ya no convencen. A la fecha la tendencia del planteamiento “digo y ofrezco lo que quieres escuchar solo para obtener tu voto” va perdiendo vigor. Los ecuatorianos hoy en día quieren un proyecto sólido, que brinde resultados óptimos y tangibles. Atributos como confianza y transparencia no son aspectos que caractericen a gran parte de los partidos existentes. Tradicionalmente existen intereses ocultos en la iniciativa legislativa o ejecutiva, reparto de cuotas políticas en los entes del Estado. En la mayoría de los casos esa es la única meta, alcanzar el poder, lo que está cargado de matices: manejar el ordenamiento jurídico a conveniencia, aprovecharse en silencio de los recursos públicos y organizar a capricho las estructuras del Estado. Es nuestro deber identificar quiénes buscarán realmente el interés general, no se sublevarán a los caprichos del grupo al que representan y actuarán en beneficio de los ecuatorianos. Ya es tiempo de un punto de quiebre en el círculo vicioso en que se encuentra Ecuador. Ante una realidad distinta y con mayor acceso a información, está en nuestras manos que el ambiente no se cargue de demagogia y se esparza en oídos fáciles de persuadir.

José Alfonzo L.